Gracias al Instituto de Historia de la Universidad de los Andes y aportes de la Universidad de Harvard se pueden revisar los archivos de las Clarisas de Antigua Fundación, con valiosos documentos que datan de 1600 y que reflejan que las religiosas llegaron a constituir verdaderas ciudadelas y centros culturales. La cerámica perfumada, la formación espiritual y hasta la repostería han sido algunos de sus legados.

Fuente: El Mercurio Maureen Lennon Zaninovic

Sin duda que Santa Clara de Asís (1194-1253) fue una de las más grandes figuras de la Iglesia Católica de la Edad Media. Fiel discípula de San Francisco, vivió intensamente el espíritu de pobreza, penitencia y abnegación. Ella misma se solía definir como "humilde planta del bienaventurado Padre Francisco". Su regla monástica, única redactada por una mujer, fue aprobada en 1253 por el Papa Inocencio IV. A lo largo de los siglos, la orden de las Clarisas llegó a convertirse en una de las familias monacales más sólidas y fecundas y traspasó fronteras. En nuestro país partieron como una iniciativa local y se instalaron en Osorno, en 1567, como terciarias franciscanas, bajo la protección de Santa Isabel de Hungría . Conocidas como "Isabelas" se constituyeron, según el historiador y religioso benedictino Gabriel Guarda, en la primera orden femenina en nuestro país y en la cuarta que se instala en Sudamérica. Luego del desastre de Curalaba (importante derrota militar de las fuerzas españolas frente a los mapuches ocurrida en 1598) se dirigen hacia Castro y hacia la isla Quiriquina para viajar a Santiago y establecerse en 1604. En la capital se presentan ahora como Clarisas, bajo la protección de Santa Clara y profesan en la regla aprobada por Urbano IV. Se ubican en La Cañada y se alzan como uno de los monasterios más importantes de Chile.

Digna de una novela Como explican las historiadoras Alexandrine de la Taille e Isabel Cruz de Amenábar, docentes del Instituto de Historia de la Universidad de los Andes, la primera etapa de las llamadas "Clarisas de Antigua Fundación" es "digna de una novela por lo heroica y desconocida". ¿La razón? "La gran rebelión indígena de finales del siglo XVI (1598-1599), las obligó a abandonar estos territorios de evangelización y huir apresuradamente hacia el norte. Una leyenda envuelve esta increíble huida, donde las religiosas perseguidas por los mapuches no llevaron por equipaje más que sus objetos sagrados, entre ellos un Cristo de gran valor. Logran salvar ilesas y llegar a Santiago justo el año que se inicia el siglo XVII", señalan De la Taille y Cruz a "Artes y Letras".

Ayudadas por sus hermanos franciscanos, las Clarisas se establecen en la acera norte de la Alameda donde hoy está la Biblioteca Nacional. "Hasta mediados del siglo XX desempeñaron un destacado papel en la enseñanza y en la vida cultural en su más amplio sentido, desde la meditación al desarrollo del arte, las celebraciones, las fiestas e incluso la cocina", adelantan las historiadoras de la Universidad de los Andes. La actual abadesa del monasterio de Puente Alto, madre Maribel, comenta con orgullo que la orden ha dejado una huella imborrable en la historia de Chile. "La cerámica perfumada, la repostería, la educación y la formación espiritual han sido grandes pilares de nuestro quehacer". Y destaca la figura de Sor Úrsula Suárez (1666-1749) quien fue abadesa de un monasterio que es considerado como una ramificación del primer convento chileno : las llamadas Clarisas de la Victoria o de Nueva Fundación (1663), que hoy están instaladas en La Florida. Suárez fue una escritora pionera del período colonial y autora de una célebre autobiografía donde, de manera inédita para la época, reflejó los espacios de libertad y las vivencias de la vida conventual.

Siguiendo una línea histórica, se considera que la construcción de la Biblioteca Nacional, en 1925, en el sitio del antiguo Monasterio de las Clarisas en la Alameda, es testimonio de los profundos cambios que se inician en el Chile del siglo XX. "La creciente urbanización y la apertura de nuevos barrios en el casco histórico de Santiago, la plusvalía de los terrenos dentro de esta área, así como la disminución de recursos para los monasterios que trae consigo la nueva laicización y la separación entre Iglesia y Estado que refrenda la Constitución de 1925, hace emigrar a varias instituciones religiosas femeninas, entre ellas a las Clarisas que, tras varios traslados, se establecen finalmente en su actual emplazamiento en Puente Alto", dice Cruz. Patrimonio en peligro En la actualidad las Clarisas de Antigua Fundación atraviesan un periodo difícil, bastante alejadas de su antiguo esplendor. Desde hace aproximadamente 30 años han disminuido notoriamente las donaciones y legados que reciben y también el número de vocaciones (actualmente hay siete religiosas en Santiago, cinco chilenas y dos argentinas). El terremoto del 27 de febrero de 2010 agravó esta situación de manera crítica y motivó a que parte de la propia comunidad de las Clarisas les solicitara ayuda a los monjes benedictinos quienes, bajo la dirección del Premio Nacional de Historia 1984, el religioso Gabriel Guarda, decidieron impulsar un proyecto de recuperación arquitectónica. "Tras el terremoto, el Padre Guarda nos llamó y fuimos con Isabel Cruz a recorrer el monasterio en Puente Alto y constatamos el estado bastante vulnerable del inmueble", comenta Alexandrine de la Taille. Añade que existe un proyecto "macro" de recuperación de todo el patrimonio, "pero decidimos partir por algo más a nuestro alcance: el rescate de sus archivos. María José Vial, quien trabajó en la recuperación del archivo del Liceo Abate Molina de Talca, nos sugirió que postuláramos a fondos de la Universidad de Harvard y así lo hicimos con gran éxito. Sentimos que este trabajo es un primer paso para la puesta en valor de las Clarisas. Es un aporte para los investigadores, porque estamos ante el archivo de escritura femenina más antiguo que se conserva en nuestro país. Es realmente extraordinario, con documentos que parten del inicio del siglo XVII". De la Taille también destaca que estamos ante "papeles prácticamente inéditos. Son escasos los historiadores, entre ellos el padre Guarda, que han tenido acceso a ellos". En total son 100 volúmenes manuscritos que van desde 1605: libros de cuentas, necrologías, donaciones, benefactores, fiestas y visitas pastorales que, gracias a fondos del Programa para Bibliotecas y Archivos de Latinoamérica del Centro David Rockefeller de la Universidad de Harvard, fueron restaurados y digitalizados. A través de www.uandes.cl/archivo-clarisas se puede acceder al catálogo y solicitar la revisión del material en la propia biblioteca de la Universidad de los Andes. Como parte de esta iniciativa, el arquitecto Carlos Maillet también habilitó, en el monasterio de Puente Alto, una sala para la consulta de los documentos, con estanterías, mesas y lámparas. La puesta en marcha del proyecto contempló la participación de un equipo multidisciplinario, compuesto por investigadores, restauradores y alumnas egresadas del Master en Historia y Gestión del Patrimonio Cultural de la misma universidad, quienes realizaron un completo trabajo de campo. La licenciada en estética Ximena Gallardo comenta a "Artes y Letras" que los documentos abren nuevas líneas de investigación ya que permiten aproximarnos "al Chile de 1600 a 1900, a sus cambios históricos, sociales y culturales. Temas diversos como aquellos referentes a las relaciones del monasterio con la orden franciscana, documentación sobre normas y prohibiciones, capellanías; dotes de religiosas y profesiones; censos, materias relativas a esclavos, cocina y repostería, entre muchos otros, pueden ser encontrados en este archivo". Cruz y De la Taille consignan que a fines del siglo XVIII, miembros de la expedición científica y cultural de Alejandro Malaspina -marino italiano al servicio de España, brigadier de la Real Armada- ya señalaban que este convento en Santiago concentraba una significativa población de unas cuatrocientas personas, entre religiosas y laicos, siendo un centro importante de irradiación cultural y social. "Eran verdaderas ciudadelas donde también se acogía a las madres y familiares cercanos de las religiosas", comenta la historiadora Alejandra Fuentes, quien también colaboró en el trabajo de campo. Y agrega que en la conformación del monasterio se reproduce, en cierta medida, una jerarquía social propia de la historia de nuestro país. "Está la abadesa, que es la madre superiora o priora, pero también están las monjas de velo negro, quienes se hallaban en lo más alto de la pirámide monástica. Aportaban su dote completa, lo que les permitía dedicarse exclusivamente al oficio divino y al coro. Las monjas de velo blanco, como no aportan la totalidad de la dote, alternaban la vida contemplativa con el servicio a la comunidad; y las legas (conversas o donadas) entraban pagando una moderada cantidad, y por eso trabajaban en oficios más domésticos, como la cocina y la enfermería". Isabel Cruz explica que, a diferencia del Carmelo, la orden de las Clarisas no fue reformada. "Las religiosas llegaron al Barroco y a los siglos XVI y XVII con un espíritu mucho más libre y por eso empezaron a generar la preocupación de los obispos de la época porque acogían a sus familiares, ofrecían música en los locutorios o daban fiestas quizás demasiado lucidas".

Alexandrine de la Taille complementa que en su investigación en torno a la congregación francesa Sociedad del Sagrado Corazón, en el siglo XIX, "me impresionó constatar cómo estas religiosas europeas que llegaron a Chile quedaron impactadas con el sistema de vida de las Clarisas de la Victoria y, sobre todo, porque cada una tenía un comedor aparte y sirvientas. Es una realidad que quizás hoy nos choca, pero que revela bien un momento de Chile". Cruz puntualiza que los archivos de las Clarisas vienen a confirmar que, "en siglos pasados, ser monja era todo un privilegio. Una salvaguarda de tantos peligros. El mismo término 'educada en las monjas' tenía una connotación muy positiva, como una instrucción de excelencia y una posibilidad real de acceder a una mejor calidad de vida". "Las religiosas llegaron al Barroco y a los siglos XVI y XVII con un espíritu mucho más libre".