Puedo decir que en un mes he ido de Arica a Punta Arenas. Más que un itinerario ha sido un viaje directo a cada una de esas ciudades, de las cuales ahora me centraré en la segunda. Hace unas semanas partí a conocer los canales del Estrecho de Magallanes, un inolvidable viaje a bordo del crucero Vía Australis a conocer glaciares y bosques milenarios de Tierra del Fuego. Pero antes de embarcarme salí a caminar por la ciudad más austral del mundo, donde me llamaron la atención ciertos cambios. Debo decir que la última y única vez que había estado en Punta Arenas fue hace más de veinte años, época anterior al boom de las visitas a Torres del Paine y los parques nacionales patagónicos con pasada obligada por esa ciudad. Tenía recuerdos de varios hitos del lugar como el palacio de la mítica Sara Braun y el de la familia Menéndez. Ambos clanes importantes de finales del siglo XIX y comienzos del XX.

Sin embargo, hoy, supongo que debido a la mayor cantidad de turistas que hay y a la puesta en valor del patrimonio local, existe en casi todos los edificios y lugares emblemáticos del centro de Punta Arenas una excelente señalética que indica en uno o dos breves párrafos la historia del sitio en cuestión.

Un verdadero acierto para quien recorre la ciudad en pocas horas o un par de días y no tiene o simplemente ha olvidado su guía turística o su teléfono inteligente para echar mano a información en Internet. Así fue que me enteré de historias de inmigrantes provenientes de Croacia, España, Portugal, Francia y sus respectivos emprendimientos de la época, basados principalmente en la ganadería. También visité el Museo Salesiano, que entrega mucha información sobre los pueblos originarios de la zona, de los cuales quedan poquísimos descendientes. Y otra genial historia de la cual supe gracias al sistema de señalética es el mito urbano del pórtico principal del cementerio, obra donada por Sara Braun. Fue ella quien mandó a construir el pórtico monumental y los muros perimetrales. Se cuenta que en su funeral, su ataúd entró al cementerio por la puerta principal, pero esta habría sido sellada para que nadie más lo hiciera tras su muerte.

Los imperdibles

Si viaja a esa ciudad no puede dejar de visitar el Cementerio Municipal, construido en 1894 y terminado en 1923, cuyos mayores atractivos son la arquitectura de las tumbas y los enormes y centenarios cipreses. Recientemente fue elegido como el camposanto más lindo de Chile. Otro hito imperdible es el Kiosko Roca, famoso por su ingeniosa combinación gastronómica: leche con plátano y choripanes. También fue ganador de la primera versión del concurso “La Mejor Picada de Chile” durante el Día Nacional del Patrimonio, en 2012.