Hace unas semanas fui a ver una obra de teatro que me encantó porque hablaba de oficios tradicionales que se están extinguiendo. Sobre todo de aquellos que tienen que ver con el arte popular. El título era “Don Bonifacio, el último organillero” y la trama versa sobre la desesperada búsqueda de este cultor por un sucesor. Sus mejores amigos son una cantora popular y un chinchinero, ambos también personajes tradicionales de nuestra cultura. Y me quedé pensando en este último y cómo con su instrumento logra cautivar a las personas que lo rodean cuando danza al ritmo de su música. El chinchinero es un típico personaje de las ciudades chilenas que toca un bombo, el que lleva en su espalda y que suena con la ayuda de unas varas. El instrumento es acompañado por dos platillos que suenan gracias a la acción de una cuerda atada a uno de los zapatos del músico, llamada ‘tirapié’. Este, además de tocar el instrumento, baila rápidamente y en círculos. Siempre me recuerdan los bailes chinos de la zona central de nuestro país, aunque tengan una connotación más urbana. Claro, porque en vez de las zonas rurales recorren las calles de las ciudades, generalmente junto a un organillero. He visto a algunos chinchineros acompañados por un niño que suele vestir y tocar el bombo igual que él. Es idéntico pero en miniatura. Supongo que suelen ser padre e hijo, según indica la tradición. Al igual que sus amigos los organilleros, estos cultores pueden vender juguetes típicos como remolinos de papel y runrunes. Llenan el ambiente con su música y sus danzas y son parte de nuestro acervo cultural al igual que otros personajes típicos como el fotógrafo de cajón, el motemei y el vendedor de mote con huesillo. El origen del chinchinero Se dice que fue don Lázaro Kaplán quien inició la tradición en la década del veinte en el siglo pasado. La idea era que acompañara al organillero en sus recorridos por la ciudad. La familia Lizana es la que hasta el día de hoy ha transmitido esta tradición popular. Si bien hay otros chinchineros, este clan se ha preocupado de mantener vivo el oficio desde 1930, habiendo aprendido las técnicas del propio señor Kaplán. “Don Bonifacio, el último organillero”, de Teatro en la Ruta, escrita y protagonizada por Paula Fernández y Tomás Cubillos, cuenta con la actuación de Mauricio Parraguez, la piezas musicales fueron compuestas por Cuti Aste y son interpretadas en vivo por los músicos Gonzalo Córdova y Juan Ignacio Almarza. La obra es apoyada por la Fundación Mustakis y se puede ver en Teatro Mori de Vitacura hasta mediados de septiembre.