Llegó a ser reconocido como "uno de los maestros del grabado en Estados Unidos". Exhibió en el Bellas Artes y estuvo casado con una compositora chilena. Pero aquí -curiosamente- sigue siendo casi un desconocido.  Las Condes y Fundación Itaú inauguran una gran exposición suya, el 5 de agosto.

Fuente El Mercurio CECILIA VALDÉS URRUTIA Uno de los paisajes más evocadores de André Racz -que estará en la exposición en Las Condes- es una marina sobre la costa de Maine (ubicada al noreste de Estados Unidos), que traslada a sus islas, canales navegables y a una casa que cuelga abrupta en medio de roqueríos. La misma casa quizá, en la isla Vinalhaven, donde este artista rumano pasaba largas temporadas y donde tenía su estudio personal, desde los años 40. En esa hermosa región han vivido también algunos de los artistas más importantes de ese país: Edward Hopper y Andrew Wyeth. Y el notable escritor Stephen King ambientó muchas de sus novelas allí. André Racz (1916-1994) se inspiró, claramente, en los paisajes y roqueríos, luces y cielos, canales y aves de ese entorno. La costa de Maine y Racz El reputado crítico de arte y filósofo estadounidense Arthur Danto escribió, hace unos años, un texto sobre la relación de Racz con ese lugar: "Maine aparece en el arte de Racz como sujeto y sustancia. Está en sus dibujos y acuarelas, rocas y mar, plantas y vida marina. También en las formaciones rocosas y en los efectos del agua... Y él captura asimismo la idea de roce y drama de los pescadores del lugar contra la fuerza de la naturaleza. Esa idea ejemplifica también el extremo romanticismo del arte de Racz y su extraordinaria calidad humana". Al punto -contaba- que "Racz montó una exposición en Maine dedicada solo a los pescadores". Pero también fue en homenaje al propio Arthur Danto, pues Racz había conocido uno de los escritos anteriores del filósofo sobre una muestra de flores que el artista rumano había expuesto en la galería Ruth White, de Nueva York. Varios de esos grabados, dibujos y pinturas de paisajes, naturalezas y aves -junto a retratos, autorretratos y hasta la recreación de uno de sus talleres, a cargo del artista Enrique Zamudio- integrarán la antología con cerca de 90 obras,  que se inaugura el 5 de agosto, en el Centro Cultural de Las Condes y en el espacio de Fundación Itaú, en colaboración con la Fundación Procultura que presenta un nuevo libro sobre Racz con textos de Carolina Abell. El anterior fue sobre los vía crucis del artista con texto de Augusto D'Halmar.

La hija del artista, la ceramista Simone Racz -quien trajo cerca de 2.000 obras de su padre, que estaban en EEUU- fue una de las curadoras de la antología. "Nos centramos en que fuera la primera muestra completa de mi padre, con obras de 1944 a 1991. Y fue una selección que lo representa en todas sus épocas y técnicas. La idea es acentuar su faceta de maestro y de un artista de gran oficio. Fue esencial en esto el registro razonado de toda la obra que hizo Lorena Cornejo, de la Dibam, junto a las técnicas en conservación Rosario Labbé y Cristine Perrier", precisa Simone Racz.

La antología busca, además, revivir la forma en cómo trabajaba -agrega Francisco Javier Court-. "El público podrá asimismo observar piezas, a través de un puesta muy tecnológica, que no están en exhibición y hojear cuadernos suyos", precisa el director del Centro Cultural de Las Condes. André Racz -que fue casado con la soprano chilena Teresa Orrego Salas y con quien tuvo tres hijos- vino varias veces a nuestro país. Expuso en el Museo de Bellas Artes, ilustró ediciones de Gabriela Mistral y fue profesor de algunos grandes artistas chilenos. Pero lo curioso es que aquí sigue siendo aún muy desconocido.

Cuesta aún más entender su desconocimiento -o tal vez indiferencia- hacia una obra esencialmente de dibujo y grabado, cuando ya en los años 50 la prensa neoyorquina lo destacaba. Un ejemplo: la crítica Emily Genahuer afirma en el New York Herald Tribune: "Grabados como los de Racz se ven raras veces en esta época. Tiene tanta inventiva y experimentación como otros, pero para él la técnica es solo un comienzo. Pasa de allí a poderosas declaraciones emocionales, hechas con un vuelo y una grandeza casi bíblica". Y The New York Times, en la columna de Aline Louchheim, publica: "Su trabajo pertenece a la gran tradición de comentarios visuales, desde Goya y Daumier hasta Roualt. El artista André Racz tiene una capacidad sorprendente en el uso del negro, logra un brillo y profundidad rara veces igualado". Huye de la Guerra: en el Taller 17 de Hayter André Racz nació en 1916, en Cluj, en la región de la Transilvania en Rumania. Pero su origen judío lo llevó años después a huir de las grandes guerras. Se instaló primero en Portugal, y luego -como muchos artistas europeos de entonces- partió a Nueva York. Llega en 1939 en plenos años de ebullición del arte en Manhattan. Muy luego pasa a integrar el famoso Taller 17 del grabador William Hayter, convirtiéndose en uno de sus ayudantes, entre 1943 y 1945. Conoce ahí a artistas como Miró y Matta, y a otros chilenos: Enrique Zañartu, quien abrió la sede de Hayter en París, y su hermano Nemesio Antúnez, cofundador del Taller 99. En esos años, Racz es influenciado por el trabajo de Picasso y Hayter. Pero pronto desarrolla un estilo propio, que marca su etapa madura, en especial su obra gráfica. Y ya convertido al catolicismo, se interna -con profundidad- en temas como el Vía Crucis (que no estará en la exposición, pues acaban de ser mostrados).

Racz exhibió en museos, como en exposiciones colectivas del MoMA y del Whitney de Nueva York , y estuvo en espacios clave de Europa. La crítica del New York Times -esta vez Dore Ashton- señala que "Racz es uno de los grabadores sobresalientes de Estados Unidos: puede manejar una gran plancha con facilidad considerable. La mayoría de sus grabados son anchas  composiciones de claroscuro, hondamente cinceladas". Se le ubica entre los grandes maestros del buril. Y sus grabados llegan a integrar importantes colecciones en bibliotecas como la de París y Nueva York. En tanto, la Universidad de Columbia lo contrata como profesor, donde estuvo más de 30 años. Muestra clave en el Museo Nacional de Bellas Artes Su relación más estrecha con Chile se remonta a los años 40, cuando se casó con la soprano chilena Teresa Orrego Salas, hermana del gran compositor, Juan Orrego. En agosto de 1957, Racz hizo una significativa exposición en el Museo Nacional de Bellas Artes, copatrocinada por el Instituto de Extensión de Artes Plásticas de la Universidad de Chile y por la Comisión Fullbright, según consta en el catálogo de esa muestra.

Ese revelador librito tiene un texto póstumo, escrito a mano, por Gabriela Mistral, donde la Nobel le dice: "Dios te guarde como a Jacob, André, en cada ruta artística; que te mantenga el gozo de la creación que es el mejor entre todos los gozos. Un abrazo, Gabriela". Racz había ilustrado varias ediciones de libros de ella, como el "Poema de las madres". Y es el autor de un hermoso dibujo con su rostro, utilizado en muchas publicaciones y sellos. El catálogo de la exhibición en el Museo de Bellas Artes traía un texto más largo en el que se destaca la "oportunidad de apreciar la extraordinaria técnica y la belleza de las interpretaciones de Racz. Él sorprende con un grabado que sale de los moldes tradicionales y otorga a esta técnica nuevas posibilidades como expresión monumental. En una dimensión casi mural, estos grabados descubren nuevos grafismo, texturas imposibles de lograr de las impresiones de tamaño corriente, efectos desconocidos, juegos de claroscuro...". En esa oportunidad se mostraron cerca de 20 grabados de gran formato, realizados entre 1951 y 1957, destacándose en el catálogo un dibujo de "Orfeo" y el retrato de la Mistral.

Profesor de Ricardo Yrarrázaval En los años 50, Racz impartió un taller en Santiago, al que asistieron Carmen Silva, Ricardo Yrarrázaval y Carlos Faz. Yrarrázaval tenía entonces 18 años. Y fueron dos meses de clases, aclara. "Recuerdo que era un ser humano extraordinario. Una persona de enorme cultura y sensibilidad, de una curiosidad enorme. Llegué a sus clases invitado por un pintor y arquitecto, Exequiel Fontecilla, quien vio unos dibujos míos, le interesaron y me llevó donde él". "El grabado de Racz era muy personal y la técnica muy interesante. Para mí, todo era novedad en ese momento. Primera vez que me topaba con el grabado -nos confiesa-. Estaba descubriendo el arte y la posibilidad de dedicarme a ello. Y Racz transmitía un gran entusiasmo: gozaba con el grabado, con la tinta, con ensuciarse... Le interesaba mucho la temática religiosa y la naturaleza muerta. Tenía un gran dibujo. Y trabajaba el buril muy bien: con una mano muy firme para el grabado, en el trabajo de la plancha de cobre", recuerda Yrarrázaval. La arquitecta y acuarelista Sofía Sanfuentes lo visitó en la isla. "Tuve el privilegio de conocerlo en un entorno tan propio. Recuerdo que un sendero largo con árboles conducía a su casa de madera. Vivía solo y tenía un taller muy alto. Era muy amable. Me llamó la atención el lugar: un bosque que tenía algo de salvaje", recuerda la arquitecta.

Racz recorría los senderos de la isla: se perdía en sus paisajes rocosos, escribe Arthur Danto. "Buscaba las correspondencias entre las rocas y los efectos del mar. Y daba origen a sus últimos ensamblajes de piedras". Murió en septiembre de 1994. Danto lo despidió en el homenaje que le hizo la Universidad de Columbia.

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