Recientemente me contaron de un inédito encuentro entre dos grupos de alfareras: las de la Quebrada de las Ulloa (VII Región) y de Pilén (VIII del Biobío). La reunión, organizada porla Fundación Artesanías de Chile, juntó a estas destacadas artesanas en la técnica de la cerámica tradicional, con la idea de que pudieran intercambiar sus experiencias.
Antes de esta reunión técnica, que se llevó a cabo en el Centro Cultural Palacio La Moneda, se observaron en terreno y en cada una de las respectivas localidades las diferencias y similitudes de ambas agrupaciones. Según Paula Abarca, directora de proyectos y planificación de la entidad, “pudimos ver cómo las alfareras, de orígenes y procesos técnicos similares, actualmente gestionan su producción y se asocian de manera diferente. Como ellas no se conocían, creímos que al reunir a ambos grupos se podría generar un intercambio de experiencias que fuera constructivo para ellas, en especial para las loceras de Pilén, quienes estuvieron disgregadas por un tiempo, pero que hoy se están fortaleciendo gracias a su motivación y a las ganas de potenciarse como grupo y de posicionar su artesanía. Para dar este paso, la experiencia de las artesanas de la Quebrada de las Ulloa era fundamental, ya que de alguna manera ellas han vivido este proceso de fortalecimiento como agrupación, el desafío del trabajo en equipo y la gestión por un fin mayor”.
Según comenta Abarca, las loceras de la Quebrada de las Ulloa es una asociación que tiene experiencia en la gestión y el trabajo en equipo, lo que hace muy valioso el testimonio que ellas pueden transmitir al grupo de Pilén. Resulta muy importante ver cómo las artesanas de esta última localidad observan en sus pares el ‘se puede’, ya que ellas han pasado por muchos problemas pero han salido a flote cada vez con mayor experiencia y siempre bajo el lema “¡Nosotras siempre vamos juntas!”.
En el ámbito más emocional, la experta cuenta que “fue un encuentro en que existió el espacio para los sentimientos respecto a la valoración de sus oficios”.
También se trató de un acercamiento al interior de cada alfarera, para autovalorarse más como artesana y persona, lo que generó que afloraran las emociones. Además, el contacto entre dos grupos tan distintos y similares a la vez, el poder haber participado de experiencias que no creyeron posibles y el exteriorizarlas, provocó esperanza y motivación en estas mujeres. Es evidente que este tipo de experiencias son positivas para los maestros artesanos en su trabajo diario -muchas veces solitario- en pos de mantener la tradición y la puesta en valor de nuestro patrimonio inmaterial.