Por Francisca Jiménez
En un reciente viaje a la Región de Aysén conocí las obras del artesano Óscar Ziehlmann. Descubrí su trabajo en piedra por azar, justo cuando recorría la feria de Coyhaique y me encantó. De hecho, al llegar a la plaza de armas de esa ciudad, lo primero que uno ve es la escultura La Madre Tehuelche, de su autoría, que representa el amor y la conectividad entre madre e hijo.
Al conversar con él en su pequeño y singular local, lleno de piedras rodadas –“las abuelitas” como las llama él, ya que son guardadoras de la memoria– se pueden ver imágenes de la naturaleza, animales endémicos, de pueblos originarios y seres mitológicos. Esto último le llama mucho la atención, algo que se refleja en sus piedras.
Tal como comenta, su labor consiste en buscar las piedras en los ríos, seleccionar las más idóneas para trabajarlas y luego llevarlas a su taller. Usa solo lápiz, grafito, buril y punzón. No usa químicos ni otras sustancias para sus piezas. Es un verdadero artista de las piedras. Con gran paciencia y contemplación, las raspa y las sopla a la vez que va plasmando imágenes que pueden ser desde un animal hasta un ser mitológico.
Ganador de un premio Fondart, este artista tiene un libro sobre su trabajo editado en 2011. Este catálogo de su obra se llama “Petrografías en canto rodado de los ríos de Aysén”, texto de 105 páginas, en el que da a conocer una parte del trabajo en piedra que ha realizado en estos años.
Su trabajo educativo también lo ha llevado a realizar diferentes talleres de petrografía tanto para niños como para adultos, en todo el territorio nacional. Estas actividades se relacionan con la historia y los lugares donde las realiza, porque, por lo general, las hace en sitios donde haya vestigios de petroglifos o grabados en piedra, algo que se encuentra en varias zonas de Chile. Lo interesante es que, además, los asistentes pueden saber más sobre las piedras, su origen y composición, a la vez que aprenden sobre el manejo de las herramientas.
Yo me fui feliz de mi encuentro con este artista ya que me llevé un tesoro de Aysén: una piedra con la imagen de un armadillo. Un fino recuerdo de este descubrimiento.