"Manos libres" es el proyecto que la ex productora de modas, Juanita Vial, está desarrollando con un grupo de internas del Centro Penintenciario Femenino de San Joaquín con ropa usada, que doblan y convierten en rollos y pelotas, y que luego cosen con lanas, originan verdaderos objetos de arte en los que dejan impresos sus pensamientos, sueños y creatividad. 

Fuente: Revista Vivienda y Decoración, El Mercurio.

Texto, Beatriz: Montero Ward. Fotografías, Víviana Morales R.

Todos los martes y jueves, invierno y verano, la ex productora de modas Juanita Vial entra al Centro Penitenciario Femenino de San Joaquín. Y lo hace cargada con bolsas repletas de ropa usada que le regalan, además de Milo, té, azúcar, galletas, pan fresco, paté o mermelada, para compartir con el grupo de internas con que trabaja allí desde hace una año y medio, entre nueve y media de la mañana y una de la tarde. Instalada en una sala en el sector donde están los talleres, muy cerca del COD, el patio con reas más conflictivas y de mayor peligrosidad, Juanita reparte las prendas que trae y saca ovillos de lana de distintos colores para entre todas convertirlos en decenas de pequeñas madejas, que también distribuye a estas mujeres recluidas allí por diversos delitos. "Con ese material ellas siguen trabajando por su cuenta durante la semana", explica mientras les da indicaciones, se ríe con alguna talla o escucha con alegría la noticia de que una saldrá en libertad en un par de semanas.

Llegó hasta el CPF a través de la Fundación Abriendo Puertas, que conoció por medio de una amiga. "La idea fue siempre hacer un taller de reciclaje y partí con tareas para soltarles la mano, escribiendo frases y pensamientos en lámparas de globo de papel y luego haciendo cajas que tapizábamos con retazos de telas y rellenábamos con útiles de desecho, como envases de remedios, cajas, figuritas...", cuenta. No fue para nada fácil la partida, ni ganarse el respeto y confianza del grupo, que tiene como única actividad extra este taller. "Aprendí a tener paciencia. Al principio dejaba una tijera, me daba vuelta y ya no estaba; dejaba un clavo y desaparecía. Probaban mi tolerancia a cada rato, como diciéndome, a ver, cuánto vas a durar aquí, cuánto te comprometes con nosotras. Y aquí estoy, feliz", dice Juanita.

Producto de ese proceso y también de su experiencia por años en el mundo de la ropa es que surgió la idea de trabajar directamente con prendas de vestir, desde vestidos y chaquetas, hasta calcetines, corbatas y zapatillas, que recolecta entre sus amistades. "La idea es que cada artículo se convierta en un rollo o en una pelota, pero sin perder su identidad, es decir, que se note que es una camisa, un pantalón o un suéter. Que queden a la vista las etiquetas, las marcas", explica. Algo que tampoco le fue muy fácil al principio ya que las reclusas no podían entender que un jeans o un vestido, que les podía quedar fantástico a ellas o una de sus hijas, tuvieran que transformarlo en un lulo en vez de quedárselo. "Costó que entendieran que esta ropa es trabajo, que no había que tenerle apego".

Luego, una vez dobladas y convertidas en estos pequeños bultos se cosen con lanas de colores, repletándolas de largas puntadas, a la manera de un verdadero enrejado con hebras de, al menos, tres tonos distintos. "Cada una lo hace en su estilo, según su propio modo de doblar y enrollar la prenda. Algunas lo realizan más ordenadamente, otras no. Lo mismo pasa con las puntadas", advierte Juanita. Con estas unidades arman lo que quieren, desde cuadros a objetos. "Han hecho sillas que permiten hasta 80 kilos de peso, sillones, poufs, cuadros, guitarras, muñecas, cucharas y figuras de animales, entre muchos otros", cuenta. Otra vertiente de este trabajo consiste en bordar frases que contengan sus pensamientos, sentimientos, sueños y esperanzas en pequeños rectángulos de lino. Frases que, tal como dice Juanita, "son un pedazo de su corazón, de su alma". Y con ellos arman cuadros o bien los incorporan en sus piezas fabricadas con ropas, como una forma de dejar en ellas un mensaje impreso. Pero el taller también se ha transformado en una instancia de investigación, donde las reclusas, bajo la guía de Juanita, han tenido la posibilidad de dar rienda suelta a su imaginación y dejar escapar la dosis de creatividad que todos llevamos dentro. "Les enseñé a perder el miedo, a crear con absoluta libertad y entonces hoy son capaces de hacer otras cosas, como cubrecamas y alfombras, o verdaderos libros compuestos por varios trozos de lino con frases bordadas, que forman una historia anónima. Este es un tipo de arte carcelario porque esta es gente que tiene mucho que decir", dice. Por primera vez presentó este proyecto, que nomino "Manos Libres" (www.manoslibres.cl; vial.juanita@gmail.com), en Ch.ACO de este año, con la idea solo de mostrar el trabajo, de que el público tuviera la oportunidad de relacionarse con estos objetos y de aproximarse a lo que es su proceso creativo. "En la feria, donde Elodie Fulton me dio un espacio gratis porque apenas vio las cosas tuvo buena onda y confió en ellas, no quise que se vendiera nada, aunque estas son cosas que sí están a la venta y que un 70 por ciento de las ganancias van para las internas y un 30 para mí", comenta. Dentro del grupo ella tiene repartidas algunas tareas y hay una encargada de llevar el registro de las piezas hechas por cada una y del número de rollos o pelotas que las conforman. "Esto no es beneficencia, ni tampoco rehabilitación. El que compra lo hace porque le gusta y las internas que van al taller, lo hacen porque les agrada, no por obligación. Siempre agradezco cuando las veo aparecer en las mañanas, duchadas con agua helada, con sus pelos empapados y su manicure mucho mejor hecha que la mía".