Impecable está la casa en la que vivió por casi cincuenta años ignacio domeyko ancuta; en ella trabajó y gestó parte de sus investigaciones el multifacético polaco que llegó con la misión de desarrollar la minería chilena. La construcción de calle cueto, en el barrio yungay, es un valioso vestigio arquitectónico del siglo XIX, que sigue siendo utilizada por sus descendientes.

Fuente: Revista Vivienda y Decoración - El Mercurio.

Texto, Jimena Silva Cubillos. Fotografías, Viviana Morales R.

En Cueto 572 todo permanece. Los recintos de la que fuera la casa de Ignacio Domeyko Ancuta mantienen su comunicación interior, a la manera de un tren, y dan a holgados corredores. Están ambientados con mobiliario de época, pinturas, grabados y fotos; a diario sus cuidadores montan el comedor porque en cualquier momento sus dueños vienen a almorzar solos o con amigos, aunque ya ninguno habita entre estas paredes de adobe y techo de tejas. La familia es de comida casera; porotos, mote, tallarines, bistecs y pescados, pero si el asunto es elegante, infaltables son los marrón glacé que Heriberto, el mozo, sirve a quienes visitan la propiedad. Él, que llegó a trabajar a los 14 años y tiene 70, prepara las castañas confitadas tal como lo hacían Hortensia Pérez Tupper y sus hermanas.

Andrea, la cocinera con 20 años en el cargo, también aprendió esta y otras recetas. Hace 15, desde que murió la antigua patrona, los cuatro hermanos Domeyko Pérez se organizan para tenerla en perfectas condiciones. No viven aquí para que ninguno se apropie de ella. "La mantenemos en comunidad, evitando darle un uso desequilibrado. La aprovechamos en el día a día y en ocasiones especiales como celebraciones, cumpleaños o aniversarios de matrimonio", cuenta León, el mayor, a quien le siguen Fernando, Pablo y Jorge.

Mineralogista, científico, explorador, geólogo, profesor, físico, químico y naturalista; todo eso fue su bisabuelo Ignacio Domeyko Ancuta, un inmigrante nacido en 1802 en un campo cerca de la ciudad lituana de Niedzwiadka (entonces parte de Polonia), que en 1838, a los 36 años, se avecindó en Chile para impulsar las ciencias naturales y técnicas geológicas. Recomendado por el minero Carlos Lambert, el gobierno lo contrató en París, a donde había llegado como refugiado debido a su participación en el levantamiento patriótico polaco contra Rusia en 1830. A mediados de los '40, tras recorrer el norte rastreando tesoros mineros, y años antes de convertirse en formador y rector de la Universidad de Chile, se estableció en el sector poniente de Santiago. En las afueras de la ciudad, según su propia descripción, encontró una casita medio campesina, con un jardín bastante grande con altos parrones y muchísimos naranjos, durazneros y damascos, que le pareció predestinada para él. Fue construida por un francés, en parte de la chacra de Diego Portales, cuyos terrenos dieron origen al primer loteo urbano comercial de Santiago. De a poco, lo que hoy se conoce como barrio Yungay, se pobló de casonas. En el mismo sector donde vivieron las familias más acomodadas de la época y artistas, políticos, académicos e intelectuales como Eusebio Lillo, José Domingo Faustino, Rubén Darío e incluso Violeta Parra mucho después, Domeyko Ancuta se enamoró de su vecina Enriqueta Sotomayor Guzmán. Se casaron cuando ella tenía 15 años y él 46; tuvieron 5 hijos, de los cuales solo Casimiro dejó descendientes. De ellos, uno, Casimiro Domeyko Álamos, compró a sus cinco hermanos los derechos de sucesión, y heredó la casa a los cuatro hijos que tuvo con Hortensia Pérez Tupper. León Domeyko Pérez recuerda: "Llegué a Cueto a los 3 años, cuando vivía mi abuela y un tío soltero. Los primeros recuerdos propios son de 1930; la caída de Ibáñez y la pobreza espantosa que se desató en Santiago; la crisis del salitre y las ollas comunes".

Tal vez este inmueble que ha estado en manos de una misma familia durante seis generaciones y que hoy tiene casi 500 m2, distribuidos en dos alas y en un terreno de 1.534 m2, no era tan grande.

-Creemos que cuando mi bisabuelo la compró tenía un pabellón, que él añadió una capilla por el lado norte -demolida en 1935- y que el abuelo Casimiro la amplió y remodeló a principios de siglo XX, siguiendo el modelo de arquitectura chilena. Con las reconstrucciones que hemos realizado, a raíz de los terremotos, descubrimos que era una casa más chata; así lo evidencian las vigas y después vino la moda de levantar los techos y hacer los corredores más anchos y altos -explica León Domeyko Pérez, quien es arquitecto. -Nuestra infancia fue especial; tan entretenida que no tuvimos vida de barrio, todo lo hacíamos puertas adentro con compañeros y amigos, nunca en la calle. Los recuerdos son de juegos en estos corredores, con bicicletas, autos a pedales o trenes eléctricos. En el jardín, que tenía un aspecto distinto, más afrancesado y lleno de caminitos, nos escondíamos detrás de los acantos, subíamos a la higuera, jugábamos a los soldados de plomo y correteábamos a los animales: gallinas, patos, gansos y un mono que trajo del Paraguay el tío Ignacio con dos polacos. Después de haberle roto todos los huevos y morderle una mano a mi abuela terminó en el zoológico -dice León Domeyko Pérez, mientras destaca que el olivo del fondo lo trajo su bisabuelo desde Israel. Según explica, para ellos no ha sido fácil conservar la propiedad. Aunque varios gobiernos e instituciones como la Universidad de Chile y el Instituto de Ingenieros de Minas, incluso la embajada polaca, han ofrecido ayuda para su mantención y hasta para comprarla, finalmente eso no se ha concretado. "Aquí han habido promesas y más promesas, nada concreto. Nunca hemos recibido un peso por parte del Estado o de la municipalidad. Esta casa representa las raíces de nuestra familia; es un verdadero patrimonio que con mucho cariño cuidamos porque aquí están los nacimientos y las muertes de nuestros padres y abuelos, toda nuestra historia. Las cosas divertidas y trágicas que nos han pasado; la ruina y los momentos de fortalezas económicas. Y por supuesto, el alma y gran parte de la valiosa obra de Ignacio Domeyko. Aún tiene el carácter de casona familiar; pretendemos que alguien la compre y transforme en un museo autovalente, que perdure a través de sus propias actividades y la investigación minera".

CASIMIRO DOMEYKO S. LE QUITÓ EL CARÁCTER DE QUINTA A LA CASA; HIZO VIVIENDAS PARA RENTA POR RAFAEL SOTOMAYOR Y SANTO DOMINGO. A UN INCENDIO, DOS ASALTOS -UNO DURANTE LA REVOLUCIÓN DE 1891- Y VARIOS TERREMOTOS HA RESISTIDO LA PROPIEDAD.

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