Ahora que comenzó el otoño y los árboles están casi sin hojas, recuerdo con nostalgia los calurosos días de verano y una de mis comidas preferidas: el pastel de choclo. Pero esta planta no solo se usa para alimento. Sus hojas sirven además para realizar una de las artesanías más delicadas y poco conocidas que existen en nuestro país. Se trata de un arte costumbrista de la zona de Pichidegua, VI Región, un pueblo campesino donde se trabajan la agricultura y la ganadería.
Esta materia prima fue durante años un elemento de desecho debido a su abundancia. Se usaba prácticamente solo para la amarra de parrones o como relleno de colchones –las famosas ‘pallasas’, con fibras de choclo o paja– y también para envolver tabaco. Sin embargo, un grupo de mujeres de la zona vio en este material la posibilidad de usarlo para realizar figuras de todo tipo: flores, ángeles, paneras y damas antiguas.
Para poder obtener esta materia prima se recogen las hojas del choclo durante los meses de verano, para luego separarlas y seleccionar las mejores para hacer variados trenzados y formas. Las hojas seleccionadas se secan y pueden ser teñidas para dar color a las creaciones. Se trata de una artesanía muy sencilla en la que solo se necesita las hojas del choclo e hilo para coser.
Las mujeres trenzan y anudan la fibra para crear un sinfín de formas con mucho colorido y variedad. Sin embargo, influenciadas por el entorno, la mayoría de las piezas representan personajes típicos del mundo rural chileno como huasos y chinas. Hoy este oficio continúa de la mano de diestras artesanas que lo siguen trabajando. Algunos lugares donde es posible obtener estas figuras es Fundación Artesanías de Chile, cuyas tiendas suelen ofrecer esta artesanía.
OFICIO QUE REVIVE
Este arte casi se extinguió tras la muerte de la última artesana de la hoja de choclo, doña Dorila Román Becerra, en 2004. Afortunadamente, y gracias a algunos fondos, otras mujeres pudieron recibir estos conocimientos a través de capacitaciones. Surge así una nueva generación de artesanas quienes hasta el día de hoy han mantenido este arte tradicional.
Conocer este tipo de expresiones es también una manera de mantener vivo el oficio. Poner en valor y poder comercializar los productos es una forma de ayudar a las artesanas. Usar estas figuras en la decoración de la casa, por ejemplo, es vivir la artesanía en el día a día. En el árbol de navidad familiar son los angelitos de hoja de choclo los que decoran el pino con sus variados colores. Así, en vez de usar otros objetos foráneos, suelo usar algo propio, típico y, a la vez, original.