La artista e investigadora Francisca Gili Hanisch (Santiago, 1983) realizó una residencia en Valle Sagrado, Perú, para aprender una milenaria técnica de creación, en cerámica, de singulares contenedores que silban. Ella adquirió el oficio y lo reinterpretó en un lenguaje contemporáneo, gracias al apoyo de Fondart (Línea artesanía 2020), profundizando a la vez en el pensamiento y aportes de la cultura andina. Proyecto Cantarino fue patrocinado por el Museo Chileno de Arte Precolombino y ha sido presentado en diversos talleres. 
Es un silbido gorgojeante, intenso y melódico, que nos transporta al corazón musical de la cultura andina, a siglos remotos. Se hace un gran silencio en la sala cuando Francisca Gili cierra los ojos, se concentra, y hace sonar sus Botellas Silbadoras, ya sea meciéndolas suavemente, pues el agua en el interior genera el sonido, o soplando en sus golletes. Los asistentes a este taller donde recientemente presentó su trabajo, en el Museo de Artes Visuales, MAVI, son ceramistas, músicos y artistas; conocen bien estos objetos rituales y de uso diario en el mundo andino. Por lo tanto, saben muy bien cuán difícil es lograr que estas piezas efectivamente emitan su particular silbido: comprobar que estas vasijas se convierten en instrumentos musicales es una experiencia maravillosa.
“Hay vasijas simples, dobles y hasta con tres contenedores o ‘cuerpos’, y en su creación interviene el principio de los vasos comunicantes. Algunas tienen cabeza de serpientes o monos, o de personas, y muchas veces es al interior de éstas donde se ocultan los silbatos”, explica la artista, quien en su producción logró abarcar Botellas Silbadoras en todo el esplendor de su variedad, desde las más simples a las más complejas.
Imbuida de los conocimientos que ha adquirido respecto a las nociones amerindias del pensamiento, ella estima que estas Botellas Silbadoras, en tiempos prehispánicos, eran consideradas seres vivos. “Cuando se hace uno de estos artefactos, se crea y se cría un ser, se les da el aliento de vida, lo que en Aymara se llama Uywaña” revela Francisca.
Simultáneamente, los instrumentos musicales, en las perspectivas indígenas que se han conservado, permiten establecer una comunicación con elementos no humanos o con la divinidad. “Por eso, intuyo que estas piezas eran utilizadas en rituales y ceremonias, tanto por su capacidad de emitir sonidos, como por su uso como contenedor, en donde los sonidos deben haber tenido una acción propiciatoria sobre los líquidos”, destaca.
La investigadora y artista revela que a la fecha no se han hecho estudios para determinar qué líquidos eran los que se les introducían. Sin embargo, existen en arqueología las metodologías para determinar sus probables usos. Saber si eran bebidas fermentadas, agua, o incluso leche es una incógnita que aún las investigaciones en esta materia no han abordado.
“Si bien la primera cultura en suelo americano que trabaja la cerámica es la Valdivia, estas Botellas Silbadoras tienen una matriz Chorrera (costa del Ecuador, siglos 250 aC a 500 dC), y luego se expanden por Centro y Sudamérica, como hemos podido comprobar en los sitios funerarios donde fueron encontradas”, explica José Pérez de Arce, quien ha asesorado todo el proyecto de la artista. Este músico y candidato a Doctor en Estudios Latinoamericanos, ha sido el maestro de Francisca Gili; además es fundador de La Chimuchina, agrupación que tiene por fin el rescate y reinterpretación de la música ancestral indoamericana, en la cual la artista participa con los instrumentos creados por ella.
Un viaje a las raíces
Si se puede afirmar que el instrumento por excelencia del continente africano es el tambor, no hay duda de que el americano sería la flauta. Las hay en cada nación, en cada etnia de este continente, mucho antes de que se llamara América, y finalmente, la Botella Silbadora podría considerarse una variante de este instrumento musical.
Consciente de la importancia de aprender una técnica con sus cultores originales, Francisca Gili fue a hacer una residencia a Perú con el maestro Alfredo Walter Najarro, en 2017, gracias al apoyo de Fondart Ventanilla abierta. Una experiencia que fue muy significativa en su trayectoria.
Una vez adquirido el oficio, su idea fue reinterpretar esas obras milenarias con técnicas que la postmodernidad global facilita hoy, como el gres y la aplicación de esmaltes. Esta tradición viajó en el tiempo y el espacio desde la antigua china, siendo hoy una técnica muy usada en la cerámica actual en Chile. Combinando estas técnicas consigue un resultado particularmente estético y de suaves coloridos, acercando estas piezas a un lenguaje artístico contemporáneo. “Hay hipótesis de algunos arqueólogos que nos cuentan que antiguamente las cerámicas, al ser consideradas seres vivos, eran vestidas con diseños similares a la ropa que usaban en la época, por ello en esta propuesta contemporánea he buscado también vestir a todos los ejemplares creados. De igual modo, en la Amazonía, los objetos adornados con diseños simétricos abstractos se entienden como seres dotados de humanidad, por ello he buscado explorar en las posibilidades de la simetría para componer las texturas en estos atuendos”, explica Francisca. Ella utiliza un proceso de reserva de cera, previo al uso de los esmaltes, para aplicar los diseños en sus piezas, algo parecido al batik pero aplicado a la cerámica.
Veinte fueron las piezas que logró lleva a cabo gracias al proyecto Fondart que ejecuta durante este año 2020 en la línea de artesanía, y aunque confiesa que varias quedaron en el camino, ya que algunas no lograron emitir sonidos, las que muestra en el taller destacan por su belleza como vasijas y por su refinamiento como instrumentos musicales.
Francisca Gili estudió arte en la Universidad Católica, se especializó en restauración y luego en arqueología, cursando también un magíster en Arqueología con mención en Antropología en la Universidad Católica del Norte. Respecto al trabajo en cerámica, Francisca comenzó hace una década a modelar sus primeras obras, en 2009, y siete años después tomó clases con la ceramista e integrante del Taller Huara-Huara, Marcela Delgadillo. Sus creaciones fueron incluidas en las exposiciones «Azul», «Blanco y Oro» y «Elemento», de ESTEKA, en 2016, 2017 y 2019.
Actualmente, desde hace 15 años, se dedica a la restauración de piezas arqueológicas y en su actividad creadora ha integrado todos sus intereses y saberes, recreando y reinterpretando objetos ancestrales de uso cotidiano y ceremonial, como Jarros Pato, Botellas Silbadoras, y, más recientemente contenedores musicales como los Machay Puito, tradición proveniente de la zona del Cuzco.  
El 13 de enero a las 11 am, en el MAVI, Francisca Gili llevará a cabo otro taller presencial de Botellas Silbadoras, y en marzo, se espera dictar otro, on line, por las plataformas del Museo Chileno de Arte Precolombino, en el cual ella y José Pérez de Arce presentarán sus investigaciones y los instrumentos musicales creados.
Para más detalles de esta actividad, sigue a Francisca en sus redes sociales Instagram @seramika_, @lachimuchina Facebook: seramika.