En cada pieza artesanal existe una historia de vida, un origen o tradición. Estos relatos son de vital importancia a la hora de reconocer y apreciar una artesanía. Entendiendo esto, la Fundación Raíces Vivas, entidad sin fines de lucro que busca promover la cultura tradicional de las comunidades de Chile, lanzó recientemente un proyecto editorial que profundiza en las historias que existen tras el oficio de la cestería en la Patagonia. Alrededor de 7 cultores en cestería en junquillo, manila y caña, presentan su oficio e historias en el libro "Tejiendo  Fibras en La Patagonia", invitando a la comunidad a entender y comprender los aspectos más íntimos del respectivo oficio. Conversamos con Daniela Díaz, Directora Ejecutiva de la Fundación Raíces Vivas y gestora de la publicación

 ¿Cómo nace la iniciativa de crear un libro con los relatos cesteros de la Patagonia?

 Nace en uno de nuestros viajes de terreno con el equipo de la Fundación. Investigando sobre los diferentes oficios de la zona, nos dimos cuenta que la cestería fue de suma importancia para la región de Aysén. Se utilizó mucho para almacenar semillas, frutas, para la pesca pero, lamentablemente, hoy hay  muy pocos que lo hacen. Intentamos buscar libros, registros del oficio, pero nos dimos cuenta que no había mucho material. Por lo que dijimos ¡tenemos que hacer algo!  Fue así que partimos por diferentes localidades de la región buscando a artesanos que supieran de esta tradición,  y así nos fuimos empapando de historias y testimonios de hombres y mujeres, que hoy trabajan con la manila, el junquillo, el mimbre, la caña, entre otras y que estaban super interesados en dejar registro de lo que ellos heredaron de sus abuelos, o padres.

 ¿Cuáles son las características de los artesanos de esa zona del país?

En primer lugar son personas fuertes, probablemente por las duras condiciones climáticas que hay en la Patagonia, pero siempre abiertos a ofrecerte un mate y una buena conversación para pasar el frío. Son personas sencillas, muy conectadas con la naturaleza y que tienen un gran sentido “en hacer las cosas bien” y que cada detalle quede perfecto. Minuciosos, rigurosos y trabajadores, creo que así son. En la región se encuentran diferentes artesanos, principalmente tejedoras, hilanderas, talabarteros y trabajadores con madera. Existe también alfareros. Es interesante, porque en esta región, hay un contacto más con los inicios de la artesanía,  que fue más bien de subsistencia. El tejido, por ejemplo,  era para protegerse del frío, porque si no, no había cómo hacerlo. Lo mismo la cestería, que fue fundamental para almacenar, transportar. Inicialmente, se tenía que ir a Argentina a comprar víveres, lo que implicaba largas horas a caballo. De aquí que se tenía que aprovechar las materias primas que daba el entorno para subsistir, y así fue.

 ¿Cuál es la importancia de relevar estas historias?

Es una forma de visibilizar y de acercar los oficios al común de las personas. Como Fundación, nos interesa no sólo mostrar la técnica de este oficio, sino que la historia humana que hay detrás del artesano. ¿Cómo aprendieron, quién les enseñó, cuáles fueron sus primeros productos?, pero también  cómo ellos visualizan el futuro de este oficio, si lo están heredando a alguien. Creemos que los artesanos poseen un conocimiento y una sabiduría que no sólo se da en lo bello de sus objetos, sino que por el valor que le dan a su identidad, al sentido de pertenencia y por sobre todo a seguir vigentes en un mundo cada vez más globalizado y competitivo.

Ustedes, también están trabajando con programas educativos. ¿Cómo ha sido esa experiencia en la zona? Ha sido de mucho aprendizaje. Dentro de los programas de la Fundación, está que los niños y alumnos conozcan técnicas y oficios, pero a partir de sus mismos protagonistas. Si es que hay tejedoras en la zona, ellas son las que les enseñan y transmiten sus conocimientos y prácticas a los niños, creando instancias para que hagan talleres extraprogramáticos , donde la comunidad valore, aprecie y cuiden a estos Guardadores de Tradición.

Si es que existen hierbateras, parteras, reponedores de huesos igual. Buscamos que ellos, en primera persona, cuenten a los niños sobre sus oficios, encantándolos y acercándolos a un mundo que les pertenece y que tiende a fortalecer su identidad local y sus raíces.

¿Cuál crees que es la importancia que las nuevas generaciones se involucren y aprendan sobre los diversos oficios?

¡Tiene una importancia absoluta! En los niños hay una semilla  de apertura, que si se potencia y se cuida, puede traer frutos enormes.  Al hablar de los oficios, se enseña sobre la diversidad cultural, el respeto, la tolerancia y la importancia de valorar nuestras raíces y finalmente, nuestra propia identidad.  Detrás de una manta, un canasto de mimbre o una vasija de greda hay un reflejo de nuestra historia, nuestra forma de ver el mundo y finalmente de reflexión sobre quiénes somos y cómo queremos valorar lo propio.

 Según tu opinión, ¿Cuál crees que es el aporte de la artesanía en una localidad?

Cada localidad tiene su sello, una huella, algo que lo diferencia. Detrás de ella, hay tradiciones, historias, materialidades, que la hacen única y especial. Creo que ahí está el rol de la artesanía: juntar todos estos elementos y conjugarlos en una pieza.  Creo que la artesanía es el reflejo del alma de una localidad, y por lo mismo debe cuidarse, respetarse y valorarse, a fin de que permanezca  y se siga transmitiendo de generación en generación,  y se enseñe los valores que implícitamente están en ese objeto: identidad, pertenencia, saber tradicional y finalmente trascendencia.

Fotografías de Heather Morgan, Fundación Raíces Vivas.