Para la Unesco, Chile es la nación de América Latina donde menos se lee voluntariamente. De hecho, en nuestro país, más de la mitad de la población casi nunca lee o jamás ha leído un libro y lo que es más grave, el 84% de los chilenos no entiende lo que está leyendo. ¿Qué sucede, entonces, con el aprendizaje si los niños no leen? ¿Qué evidencias existen de cómo la lectura y la competencia lectora inciden en el resto de la vida escolar? ¿Qué ocurre a nivel del pensamiento cuando los alumnos leen?
Pese a que Chile ha aumentado sostenidamente el gasto público en educación y ha alcanzado una alfabetización del 96%, los estudios indican que los hábitos y niveles lectores no son suficientes. Asimismo, en la prueba PISA, de acuerdo a los resultados entregados en junio de 2011, en la evaluación que mide las habilidades de lectura de los alumnos de 15 años en soportes tecnológicos, Chile obtuvo el penúltimo lugar de la lista, con apenas 435 puntos en la medición digital lo que significó ocupar el lugar número 18.
Para Macarena Silva, psicóloga de la Universidad Católica y académica del CIAE, falta comprender en Chile por qué la lectura es crucial para la vida del ser humano. “Vivimos en un mundo letrado y la principal vía de comunicación es el lenguaje. Es clave saber leer y comprender cuando completamos un formulario, seguimos las instrucciones para postular a una beca, administramos un remedio o debemos preparar una receta, instalar una aplicación en un teléfono, o simplemente jugar un juego”.
Según el doctor de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, Sergio Mora, “sin duda que la lectura es un ejercicio beneficioso para el cerebro, a pesar de que no está programado genéticamente para ello. Nuestro “cerebro lector” se empieza a formar desde el momento que aprendemos a leer y luego se desarrolla a medida que aprendemos leyendo. Se ha comprobado que la capacidad lectora modifica ese órgano y tiene repercusiones en el desarrollo intelectual del individuo”.
Cuando un niño o adulto lee ocurren una serie de eventos: se favorece la concentración, se alimenta la imaginación y mejoran habilidades sociales, como la empatía. La lectura desarrolla también el lenguaje hablado, al enriquecer el vocabulario y mejorar la sintaxis y la gramática. Cicerón decía que “a hablar no se aprende hablando, sino leyendo”.
Es que la lectura, explica Macarena Silva, implica una serie de habilidades cognitivas. “Debemos fijar la atención, ocupar nuestra memoria de trabajo, conectar lo que leemos con conocimientos previos, ocupar el vocabulario, generar inferencias, desplegar estrategias si es que no hemos comprendido bien, como por ejemplo, releer el párrafo. Por lo tanto, los niños que son buenos lectores, a través de la experiencia irán desarrollando estas habilidades”.
A todo lo anterior se suman recientes investigaciones que demostrarían que “la lectura por placer predice el éxito profesional. Es decir, el éxito educacional de un niño no depende tanto del estatus socioeconómico de su familia como del hecho de que sepa disfrutar de la lectura. No importa qué ni cuánto lea, lo importante es leer”, sentencia Sergio Mora.
Al interior del cerebro
Sergio Mora asegura que la lectura activa diferentes zonas del cerebro que, gracias a su plasticidad, se reconfiguran de múltiples maneras. “Cada niño que aprende a leer desarrolla su propio circuito neuronal de lectura. Se logra una mayor estimulación cuando los alumnos leen una lectura y artículos más profundos, porque en ese caso se requiere de una mayor concentración y calma, lo cual conduce finalmente a la formación del pensamiento crítico y la reflexión”. Cuenta, sin embargo, que leer en Internet es más superficial “ya que se activa la atención y la concentración en forma parcial y menos sostenida”.
¿Qué ocurre a nivel del pensamiento y las conexiones neuronales? “Se ha demostrado que el cerebro de una persona alfabetizada es estructuralmente diferente a la de un analfabeto. La lectura estimula la actividad cerebral y fortalece las conexiones neuronales ya que mientras leemos obligamos a nuestro cerebro a pensar, a ordenar ideas, a interrelacionar conceptos, a ejercitar la memoria y a imaginar, todo lo cual permite mejorar nuestra capacidad intelectual. Las personas que saben leer desarrollan respuestas más intensas en distintas zonas del cerebro”.
Aunque parezca una paradoja, explica Mora, el cerebro humano no posee circuitos especializados para la lectura. Por lo tanto, para poder leer necesita activar canales neuronales que evolucionaron más bien para permitir la comunicación oral. “Según el neurólogo francés J. Dehaene, la lectura mejora las respuestas cerebrales en al menos tres formas distintas: fomenta la organización de la corteza visual, en particular de una zona de la corteza occipital-parietal izquierda, conocida como el área visual de formación de palabras o “la caja de palabras”, encargada de la identificación visual de formas, rostros y objetos. En segundo lugar, permite que prácticamente la totalidad del hemisferio izquierdo asociado al lenguaje oral se active al observar palabras escritas (las palabras escritas se transforman en sonidos). De esta manera, la lectura se acerca a la eficacia del canal de comunicación más evolucionado de la especie humana, que es el habla. Y por último, la capacidad de leer perfecciona el procesamiento del lenguaje oral mediante la activación de una región fonológica, conocida como “planum temporale”.
Lectura y aprendizaje
Desde el punto de vista del aprendizaje, asegura la vicedecana de Investigación de la Facultad de Educación de la Universidad de los Andes, Pelusa Orellana, existe evidencia acerca del efecto positivo que tiene la lectura en el aprendizaje de los alumnos. “Casi toda la literatura especializada da cuenta del impacto de la habilidad lectora en el desempeño académico. “Biemiller y Slonim” (2001) observaron cómo niños que tenían un retraso en su nivel de vocabulario en tercer año básico se mantenían en desventaja en ese ámbito durante toda su escolaridad. En ese mismo estudio, se reveló que alumnos de segundo básico, que se ubicaban en el nivel más alto de conocimiento de vocabulario, adquirían en promedio 7.100 palabras nuevas, mientras que un niño en el cuartil (nivel) más bajo apenas 3.000. Esta diferencia tiene implicancias muy grandes para el desempeño académico”.
Ese mismo comportamiento es posible observar con la prueba Simce (Sistema Nacional de Evaluación) respecto de los resultados en comprensión lectora. “En el año 2010, el promedio nacional de los alumnos de 4° básico fue de 271 puntos y el de 2º medio, de 259. Así, los niveles de logro, en el caso de 4° básico, se traducen en que el 54% de los niños y niñas está bajo las expectativas que el currículum exige”, indican fuentes del Plan Nacional de Fomento de Lectura, "Lee Chile Lee".
Si bien en los resultados del Simce 2010 se aumentó nueve puntos respecto del año 2009 y la brecha socioeconómica disminuyó en ocho puntos en lectura, actualmente, un 27% de los niños chilenos de 4º básico tiene un desempeño lector similar al de un alumno de 2º básico.
Por esas razones, no se trata solamente de leer, los alumnos deben lograr consolidar correctamente las habilidades básicas de la lectura (conciencia fonológica, decodificación, fluidez, comprensión y vocabulario). ¿Cómo? Revela la experta de la Universidad de los Andes, que para hacerlo hay que partir primero por enseñarlas explícitamente. “Desgraciadamente los modelos holísticos de lectura han influido en que muchos profesores dejen de lado la enseñanza explícita y el modelamiento de las destrezas más técnicas de la lectura para favorecer la experiencia del disfrute lector o el contacto con los libros, esperando que estas destrezas se desarrollen como por arte de magia”.
Además, advierte Pelusa Orellana, para adquirir esas destrezas es fundamental realizar antes y a tiempo un buen diagnóstico. “Por diagnóstico lector no me refiero a velocidad lectora, sino a una serie de procedimientos para indagar preguntas claves que tienen que ver con evaluar si un niño es capaz de procesar un texto impreso adecuadamente, si su nivel de procesamiento auditivo le permite comprender, si conoce las convenciones del texto escrito, si lee palabras en forma automática, si comprende cuando lee en silencio. Esta evaluación, realizada a tiempo y en forma acuciosa, permite al profesor reforzar y profundizar aquello en que el alumno tiene mayores desventajas”.
Más allá del ámbito cognitivo y de su utilidad en el área académica, el desarrollo de la comprensión lectora, coinciden los expertos, fomenta que los niños sean independientes (pueden adquirir conocimientos por si solos o resolver situaciones sin la ayuda de otros, como por ejemplo leer y seguir las instrucciones de un juego), contribuyendo también a su desarrollo socioemocional, ya que las dificultades lectoras suelen mermar la autoestima académica de los niños.