En Chile, noviembre era el mes en el que tradicionalmente se celebraba a las artesanas y los artesanos. Si bien la fecha fue cambiada para marzo, ésta sigue siendo importante para poner en valor el trabajo de aquellas personas que se dedican al trabajo con las manos. En este mes queremos iniciar una serie de entrevistas relacionadas a los oficios. A continuación presentamos a Diego Azócar, conservador oriundo de Iquique y establecido hace varios años en Santiago, quien ha trabajado en la restauración de varias piezas de valor histórico en todo Chile. En la entrevista nos habla también del desafío de los restauradores en la actualidad. 
¿Qué estudiaste? ¿Cómo te formaste como conservador y restaurador? Estudié Conservación y Restauración de Bienes Patrimoniales en un centro de formación técnica Escuela de Artes Aplicadas, instancia en que no sólo aprendí a manejar las distintas materialidades, si no que mi formación – teórica y práctica – me permitió aprender a comprender el rol de cada objetivo y el valor histórico y patrimonial que representan para las comunidades donde está inserta.
¿Cuáles han sido tus trabajos más significativos? Si bien, todas las conservaciones y restauraciones tienen un significado especial, debido al valor que éstas poseen para sus propietarios o entorno donde se sitúa, o simplemente por el valor que las mismas personas les dan a estos objetos, he tenido el privilegio de participar tanto en los procesos de restauración y conservación de la maqueta del Palacio de La Moneda, objeto con más de 20 años de historia y que, antes de la pandemia, era visitado recurrentemente en el Día del Patrimonio. Por otra parte, está la intervención a la imagen del Cristo Resucitado del Santuario de La Tirana, la cual es protagonista de la celebración de Pascua de Resurrección y es un ícono religioso relevante en la tradición del norte grande. También destacaría haber sido parte del equipo de conservación del mural “La Pesca” de Laureano Ladrón de Guevara, obra que actualmente se encuentra en el Centro Nacional de Conservación y Restauración. Este mural fue parte del Pabellón de Chile de la Exposición Iberoamericana de Sevilla en 1929.

Cuéntanos acerca de la religiosidad popular del pueblo de la Tirana los bailes, sus tradiciones, entre otros. Para los nortinos, donde me incluyo puesto que nací y viví mucho tiempo en la pampa de la Región de Tarapacá, las festividades religiosas tienen una trascendencia cultural muy fuerte con el pueblo, el territorio y su gente. Para muchos la fiesta de La Tirana son los bailes religiosos, pero lo cierto que es que esta tradición está fuertemente vinculada al origen del pueblo, la era indígena, el sincretismo cultural y el fervor religioso proveniente del mundo andino. Por otra parte, para los bailes religiosos sus imágenes tienen un valor muy especial ya que han pasado generaciones en las mismas familias, las cuales cultivan la tradición del culto a través de la danza. Pero dentro del pueblo existen otras tradiciones, tales como la celebración de Semana Santa y, en este sentido, siempre las imágenes religiosas son las protagonistas de estos ritos en los que los peregrinos encuentran consuelo y se convierten en una representación material de su fe.
¿Qué es lo que más te gusta de la conservación? Me encanta esa relación que se crea al trabajar con un objeto con tradición histórica. Por ello, mantener su testimonio para las futuras generaciones que podrán disfrutar y valorar lo que significamos en el tiempo. Nuestro paso en la vida y la huella positiva que podemos dejar.
¿Cuáles son los desafíos, a tu parecer, de la conservación y restauración en Chile? Creo que es un desafío que trasciende como sociedad, es decir, como sociedad tenemos interiorizado el concepto de lo desechable y de contar con lo nuevo como precepto. Considero que es necesario aprender a poner en valor nuestras tradiciones intangibles, valorar los inmuebles históricos, el arte, y las vivencias que están perdidas delante de nuestros propios ojos. Es una lucha, muchas veces, contra el deseo de renovarlo todo, querer todo nuevo. Implementar una verdadera preocupación y concientización por nuestro patrimonio, desde la población hasta en nuestras autoridades, ese el verdadero desafío.
¿A raíz de la quema de iglesias en el último tiempo, cómo ves el papel de los restauradores? Los restauradores tenemos mucho trabajo por hacer, y esto no sólo tiene relación con rescatar el patrimonio perdido, sino que también, por la significación que dejó el estallido social en nuestro patrimonio. Para los profesionales de nuestra área, este hito, debe ser parte de un nuevo proceso histórico que debemos aprender a respetar y a representar en cada intervención. Un ejemplo claro es la estatua del General Baquedano, estamos en una etapa crucial para discutir qué merece ser restaurado o no, ¿será una buena representación de la historia sacarla de su lugar original y olvidarnos que fue un icono del estallido social? Sin duda, este emblema patrio fue parte de una nueva página en la historia de nuestro país, y es también un nuevo desafío que, como profesionales del patrimonio, nos debemos plantearnos y ser guías de criterio y con conocimientos.