De la circulación cultural se viene reflexionando hace un buen rato, y no solo como preocupación de los artistas, también de los espacios culturales y muy de la mano con estrategias de mediación para los públicos, algo que parecía estar bastante resuelto para los formatos tradicionales de circulación artística. Sin embargo, el contexto ha cambiado, los efectos de la pandemia, no han hecho otra cosa que agudizar una situación anómala para la circulación, que tuvo origen en octubre de 2019 y que como consecuencia del estallido social, generó cancelaciones y postergaciones de eventos, además de cierres temporales de algunos espacios. Actualmente el distanciamiento social, la cuarentena, el toque de queda y la situación de emergencia en general, han puesto en crisis, finalmente, todo el modelo de públicos y audiencias. Si bien en algunos casos, la oferta cultural había explorado la posibilidad de nuevos formatos, la mayoría de ellos se situaba en instancias esporádicas o exploratorias que apuntaban además a públicos muy específicos. Es así como en pocas semanas, se ha visto una sobre reacción e incluso una sobre oferta, no aun de nuevos contenidos, más bien de una propuesta de circulación digital, que utiliza los medios virtuales y las plataformas de internet para llegar al público que, confinado en sus casas, ya no puede acercarse a los espacios que tradicionalmente los convocaban para la participación cultural. Era un hecho que para el sector de la artesanía y de los oficios era bastante más compleja la estrategia de circulación de sus obras, porque son los espacios de feria aquellos en los que, en mayor medida, los artesanos concentraban su producción y su comercialización, y es precisamente su periodicidad la que se veía como una amenaza para la sustentabilidad del sector. De alguna forma algunos artesanos habían sido capaces de orientar su oferta a las necesidades de su propia comunidad, pudiendo también participar de manera más frecuente en los mercados o ferias locales, estas eran generalmente manifestaciones que podrían estar asociadas a contextos rurales, donde el artesano es parte de la oferta local y se incorpora a ella, y no necesita de eventos extraordinarios para ser visible, algo muy cercano a una coherencia desde la mirada de la cultura y el patrimonio. Por otra parte, la tendencia hacia la innovación y donde apuntaron también las políticas públicas en los últimos años, llevaron a los creadores a globalizar su producción y buscar nuevos mercados que pudieran estar más lejos de sus propios territorios, moviendo la línea de lo tradicional y quizás lo más apegado al valor cultural, hacia los criterios del emprendimiento y los nuevos negocios. Eso hizo a los artesanos salir de sus talleres y de sus redes de circulación tradicionales para buscar nuevos espacios de comercialización en otros territorios, es así como los grandes eventos feriales más allá de ser un lugar de venta anual muy importante para la subsistencia brindaron a los artesanos un espacio de intercambio de conocimientos, técnicas y de información sectorial en general. Hoy y como consecuencia de la pandemia, están suspendidos los eventos masivos y se ha dispuesto de una convivencia con distanciamiento social, algo que nos desafía definitivamente a dar un salto en la propuesta para la circulación de los oficios, y es ahora cuando la artesanía, una vez más, debe transitar entre el emprendimiento y el patrimonio, entre la economía y la cultura. El trabajo del artesano y su proceso de creación y producción presentan una serie de elementos que en el contexto de crisis actual son a todas luces, fortalezas: trabaja mayoritariamente de manera individual, en talleres ubicados en la casa o muy cerca de ella y de alguna forma está habituado a la estacionalidad de sus ingresos. Cada vez le resulta menos complejo plantearse la posibilidad de vender a pedido o por internet, ya sea de manera directa o a través de intermediarios de comercio justo, las redes sociales facilitan también este flujo y el aspecto comercial se ve mejor aspectado que para otros artistas. El desafío está entonces en hacer visibles los oficios en términos de contenido, lo que de alguna forma vuelve a ser un tema la reflexión en torno a la circulación de la artesanía desde la perspectiva de la programación cultural, se ha visto que los espacios culturales más tradicionales han puesto a disposición del público información, espectáculos, música, teatro, cine, que de alguna forma buscan acercar al público a sus espacios y mantenerlo interesado en la oferta cultural, desencadenando también un debate en torno a la subsistencia económica en estas nuevas formas. Es en este contexto donde se presenta la oportunidad de posicionar a las ferias de artesanía como espacios culturales, como eventos culturales, haciendo visibles sus contenidos para el público. La Feria de Caldera, en su versión número diez, es la primera en explorar el formato virtual, con el objetivo de poner en el foco a los artesanos y los creadores, haciendo evidente que un evento como este es una instancia cultural y no solo un evento comercial, la experiencia que una persona puede tener en una feria, va más allá de su poder adquisitivo o de la cantidad de cosas que pudo comprar. Sus organizadores, todos artesanos, tienen el convencimiento de que ese espacio es también una instancia de aprendizaje, de intercambio de saberes, donde las personas se conocen y se encuentran con su historia, con sus materialidades y con sus paisajes culturales, se encuentran con un pensamiento, una mirada creativa que en estos tiempos resulta todo un valor, el pensamiento artesano. Este espacio virtual, donde no se promueve la compra directamente, hace visible a los creadores y tiene el desafío de desarrollar contenidos a través de los medios digitales, plataformas y redes sociales, que puedan cautivar a las personas y conectarse con el público para hacer visibles a los creadores en su propio valor y en su conjunto, manteniendo los espacios de intercambio y reflexión también para ellos. La feria virtual se presenta como una propuesta de co creación, de un formato flexible, que llegó para quedarse, sumándose en el futuro a plataformas de venta o a ferias presenciales, desafiando de manera permanente al sector, para desarrollar contenidos nuevos, haciendo consciente el valor cultural y social que los oficios tienen. Hay que reconocer a la Feria de Caldera una vez más responde a la contingencia, pensando en las personas y nos propone un formato innovador para conectarnos con sus creadores en un contexto, porque cada vez que nos acercamos a un artesano, nos acercamos a una comunidad, a un territorio y a una materialidad, a una manera creativa de afrontar los desafíos. Esta contingencia está golpeando muy fuerte al sector cultural, y si bien los artesanos no están exentos de la crisis, es posible enfrentar períodos difíciles como una oportunidad que puede finalmente permitir un crecimiento. El desafío está puesto nuevamente en la circulación, una que está fuera de los espacios culturales y que desde el punto de vista creativo, pueda volver al origen, pueda hacerse necesario, y se convierta en la respuesta de una nueva sociedad a un mundo más sustentable y más humano, más limpio y más cercano, puede ser una crisis que pueda traer a la luz a los creadores en los territorios. Tania Salazar, Diseñadora UC, cooperación y gestión cultural internacional.