Por Francisca Jiménez. 

Un real hallazgo artesanal fue el que hizo un grupo de investigadores que realizaba un trabajo de sitio en la provincia del Huasco. Se trata del `telar de palo plantado', un oficio rural con alto valor patrimonial de raíz indígena. Pude conocer a las artesanas que son portadoras de esta antigua tradición en un viaje que ellas hicieron a Santiago invitadas por ONG Asfal Corp. Se trata de Pabla Miranda, Doris Campillay y Nélida Álvarez.

EL TELAR DE PALO PLANTADO' es un artefacto que se construye en base a la confluencia de palos verticales, que recuerda los telares indígenas -mapuche, aimara o atacameño-, mientras que su proyección hacia atrás da cuenta del telar andaluz. El tipo de urdimbre se remite al telar Indígena, pero el tipo de trama da cuenta de la influencia española. El poncho que se teje es más parecido al argentino, lo que hace suponer la existencia de un regular intercambio cordillerano.

"Yo ahí en Las Breas tenía 18 años cuando aprendí a tejer. Hilar sabía, pero tejer no, porque nunca lo había visto. Pero una señora nos estuvo enseñando y yo aprendí a la primera nomás", comenta Nélida. Por su parte, Pabla dice que "a los 15 años empecé a tejer e hice el primer poncho. Nunca aprendí de mi madre, aprendí de una comadre. Ella me enseñaba y me decía cómo se hacía", y pone énfasis en que la tradición no solo se traspasa al interior de la familia, sino que también dentro de una misma comunidad. Mientras, Doris agrega que "mi mamita me conversaba que había muchas personas que tejían e hilaban, pero esas cosas como que no las valoraban porque tejían para ellas nomás", y especifica que los telares tenían un fin utilitario para el diario vivir como la confección de frazadas y ponchos.

Pamela Manilla, investigadora, explica que "el `telar de palo plantado' corresponde a una práctica y un artefacto de carácter mestizo, integrado a la vida campesina del interior de la III Región, especificamente en el área de Alto de Carmen y dos de sus valles, el de Los Naturales y el de Los Españoles. Su ejercicio y protección es realizado por mujeres adultas y ancianas que aprendieron el oficio de sus madres, vecinas y amigas, y que aún lo practican a pesar de la edad y del abandono vital en que muchas viven. la particular estructura que da cuerpo al artefacto del telar hace de él un espacio arquitectónico, una habitación más de la vivienda, lo que en la práctica significa que la tejedora no se sienta a tejer, sino que entra y se para a tejer sobre el telar".

Esta tradición también se ha visto en San Juan, Argentina, y tiene relación con la vida de pastoreo y la de los arrieros, quienes solían pasar la frontera entre ambos países de manera regular, lo que propiciaba, entre otras cosas, el intercambio textil. Se piensa que el 'telar de palo plantado' tiene reminiscencias del tejido diaguita. Sin embargo, según explica Carlos Aldunate, director del Museo Precolombino, a este lado de la cordillera no se pudieron conservar estos telares debido a la humedad. Lo que sí se mantuvo fue el telar, que es una técnica única vista en Chile.

"El rescate de este oficio construye un relato que en conjunto con el objeto valoriza la raigambre local", comenta Eugenio Correa, presidente de ONG Asfal Corp. Por su parte, Pamela Manilla dice que "asegurar el traspaso del conocimiento y uso de un cierto tipo de tecnología del tejido en telar, propiciar para sus cultoras el reconocimiento social al interior de sus familias y de sus comunidades, además de permitirnos a todos aprender de forma compartida acerca de la historia de vida de estas mujeres, su gente y su espacio, es continuar enriqueciendo nuestro relato identitario con un capital artesanal desconocido por la gran mayoría del país" .

Publicado en: Revista MásDeco - La Tercera