En el pueblo de Las Canteras de Colina, entre medio de piedras, adoquines, gatos, perros y plantas pude observar cómo trabajaba Rolando Abarca. Cantero de toda una vida, este artesano aprendió el oficio de sus padres y abuelos, el mismo que él transmite ahora a sus propios hijos y sobrinos. En el pueblo de los canteros de Colina viven cerca de 600 familias que se dedican a esta actividad. Pero no siempre vivieron en este lugar. Según me explica Rolando –quien ha investigado y escrito sobre la historia de este oficio en Chile en su libro 'Canteros de Colina, historia y patrimonio cultural'–, antes ellos vivían en pleno Santiago: a los costados de los cerros San Cristóbal y Santa Lucía. Pero la expansión de la ciudad los obligó a trasladarse a su actual lugar de residencia hace ya varias décadas.

La historia de los canteros se remonta a la Colonia. Ellos llegaron a Chile en 1556 encabezados por Juan de Lezana (1523-1591) y eran parte de los refuerzos que trajo, en ese entonces, el nuevo gobernador García Hurtado de Mendoza luego de que Pedro de Valdivia muriera en la batalla de Tucapel. Su misión fue construir en Cañete una nueva fortaleza de piedra en reemplazo de la antigua de madera que había sido destruida por los mapuches.

Ese fue el inicio. Luego los canteros se establecieron en la capital, lugar donde comenzaron a trabajar en las grandes obras de infraestructura y principales edificios de la ciudad. Su mano está presente en casi todo el casco histórico, algo que el mismo Abarca constató al encontrar las firmas esculpidas en los bloques de piedra de varias de estas construcciones: la Catedral Metropolitana, en el Edificio de la Real Audiencia (actualmente el Museo Histórico Nacional), el Palacio de La Moneda, el canal San Carlos, las iglesia San Francisco, de la Compañía y San Agustín, la parroquia Santa Ana y varios puentes. Dentro de ellos, el de Cal y Canto fue su mayor desafío. Los canteros han estado y siguen trabajando en la reconstrucción y mantención de nuestros monumentos.

Al preguntar a Rolando cuál es su sueño, me dice: 'Hacer que finalmente este pueblo de Las Canteras se convierta en una ruta patrimonial. Que las personas que viven en esta zona puedan venir a este lugar los fines de semana y ver cómo es el oficio del trabajo de las piedras'.