No podía dejar de mirar el manto de la artesana Ester Solano, una maravillosa pieza tejida con fibra de chaguar -una planta que crece en el monte del Gran Chaco argentino- que fue reconocida por su excelencia artesanal en el certamen del Cono Sur del Consejo Mundial de Artesanía con patrocinio de UNESCO.

Ester pertenece a una comunidad del pueblo wichí ubicada al noroeste de la provincia de Formosa. Tuve un breve contacto con ella durante su visita a Buenos Aires para la premiación.

Me acerco a saludarla y a conversar con ella. Yo le hago las preguntas en castellano, Ester comprende perfectamente pero responde en su lengua de origen: wichí. La artesana que la acompaña, Norma Rodríguez, hace de intérprete. Ester no pensaba que su pieza iba a ser premiada “porque los compradores no valoran mi trabajo”, dice. Cuenta que le dedica mucho tiempo a su tejido para poder terminarlo y luego venderlo, “aunque no sea a un precio justo”. Esta referencia la escucho a menudo en las entrevistas que hago, los artesanos tienen que lidiar permanentemente para defender el valor de su trabajo frente a los compradores e intermediarios.

Para tomar conciencia del trabajo de esta artesana, hacer el manto le demando tres meses, considerando el tiempo empleado en obtener los hilos y teñirlos (alrededor de 15 días), ya que necesitó mucha cantidad por las dimensiones de la pieza, de más de dos metros. Me relata cómo es el proceso previo a comenzar con el tejido: busca las plantas en el monte (como tienen espinas hay que tener recaudos al cortarlas para no lastimarse), una vez que las recolecta las tiene que desfibrar, sacarle las impurezas y seleccionar las fibras que utilizará, obtener los hilos y finalmente teñirlos, siempre con tintes naturales para lo cual emplea cortezas, raíces, hojas y frutos. En el manto, por ejemplo, se destaca un color azul singular que proviene de las uvas del monte. Una vez culminados estos pasos, Ester necesitó dos meses y medio más para hacer la pieza.

Tejer las fibras del chaguar es una tradición para las mujeres wichí, una de las creaciones más representativas es la yica, una bolsa que utilizan para la recolección de frutos. Desde niñas van adquiriendo el conocimiento de sus madres y abuelas, primero aprenden a hacer el hilo y luego a tejer. Después van incorporando distintas técnicas: “punto yica, punto antiguo, punto telar”, menciona Ester. Cuando le consulté sobre los diseños, me dijo que los del manto simbolizan los ojos de la lechuza. “Los diseños los sacamos del monte. La mujer teje inspirándose en las cosas que el hombre caza y recolecta”, señala.

Terminando la charla, Norma me explica que “desde hace unos años las mujeres wichí no hemos unidos y estamos trabajando juntas para hacer más colores y nuevas piezas para poder vender”. Ambas dicen que los más quieren es que se valore su trabajo y que sus hijos aprendan lo que ellas hacen.       Imágenes 1 y 2: Romina Santarelli Imagen 3: Margarita Solé