¿Hay algo mejor que tomar lanas y palillos y crear con ellos? Es, quizás, una de las actividades más simples y a la vez más relajantes que existen. Se acaba de lanzar el proyecto “Volver a tejer”, impulsado por Paris en colaboración con Indap y Fundación Ona, como equipo técnico en terreno.

La semana pasada en el Museo Chileno de Arte Precolombino fue el lanzamiento y pude conocer a varias maestras artesanas que participaron. En él trabajaron mujeres de varias zonas del sur de Chile: de la Región del Bío-Bío, Los Ríos, Los Lagos y Magallanes. Se trata de cinco asociaciones de hilanderas y tejedoras que permitieron dar forma a este proyecto. La primera de ellas es “Relmu Witral”, la Asociación Indígena de Tejedoras Lavkenche de Tirúa, con 120 mujeres que usan el ñerewe para la confección de sus productos. Luego, “Lanas Chucao”, la agrupación de tejedoras de Chamiza, con doce hilanderas y tejedoras que manejan la técnica del teñido en más de 35 colores. También se encuentran las “Hilanderas de Tenaún”, una agrupación de artesanas de Chiloé, en la que participan 24 mujeres con experiencia en al menos 35 diseños de hilado. “Lanart”, la Agrupación de Tejedoras de San José de la Mariquina, cuenta con quince campesinas que trabajan el telar. Finalmente, “Virgen de la Covadonga”, la Agrupación de Tejedoras de Punta Arenas, tiene quince agricultoras que trabajan en el rubro de la lana. Marcelina Lienlaf, representante de Lanart de la comuna de San José de la Mariquina, cuenta que ella trabaja hace años en el arte del telar mapuche, que para ella tiene mucho significado por la recuperación de esta técnica ancestral.

Aprendió el oficio a los doce años, edad en la que comenzó a realizar fajas, bajadas de cama y otras piezas. “A mí me enseñó una madrastra. Esos trabajos de nuestra cultura se estaban perdiendo. Por un curso de Indap, unos diez años atrás, conocí a las otras hilanderas y así nació la asociación”, relata. “Para este proyecto nosotras recibimos el vellón y lo hilamos. Fuimos siete señoras para unos sesenta kilos de lana que trabajamos durante unos veinte días para luego hilar, ovillar y empacar. El teñido lo hizo una agrupación de Puerto Montt”, agrega. Según Macarena Peña, de Fundación Ona, el proyecto trata de acercar la artesanía a un mercado masivo sin que pierda su identidad y de manera sustentable.

El producto final, que se venderá en las tiendas de Paris en todo Chile, consta de un pack con madejas de 100 gramos de lana de oveja, hilada a mano. Además contiene unos palillos de alerce reciclado hechos artesanalmente y un manual de tejido con seis modelos. “La idea es unir las manos de las artesanas de Chile con las tejedoras urbanas, mujeres que quieren volver a tejer. Lo interesante del proyecto es que es una técnica artesanal e hilo artesanal de excelente calidad y quien termina el producto es la persona que compra. Estamos trabajando el hilado, ya que es importante que las artesanas puedan concebirlo como un producto final, con valor agregado en cuanto a su manufactura, contenido patrimonial y diferenciado y competitivo a nivel internacional”, explica la directora ejecutiva de Ona.

“VOLVER A TEJER” es una plataforma que otorga visibilidad al artesano en su contexto patrimonial, evidenciando la nobleza de sus materias primas y los saberes ancestrales que hacen de su artesanía un producto local de lujo. En la foto, Marcelina Lienlaf, de la agrupación Lanart, San José de la Mariquina.