En nuestro país son muchas las tradiciones y fiestas que se celebran durante Semana Santa. Un clásico es la Quema de Judas que se realiza en Valparaíso, costumbre en la que se incendia un muñeco relleno con paja y monedas. Se trata de una antigua usanza que se practica también en otras zonas de Chile como Iquique, Chiloé y La Ligua.
El Vía Crucis es también un hito entre las celebraciones de Semana Santa. Tengo lindos recuerdos de haber participado de uno de ellos en algún lugar rural de Santiago cuando era niña.
En Salamanca, IV Región, el Viernes Santo se celebra en grande. Se trata del Funeral de Jesús, en el que unos diez ‘encapuchados’ (personas que cubren sus cabezas con conos o cucuruchos) bajan el cuerpo de Cristo desde la cruz de la iglesia para llevarlo en ataúd a un cerro cercano. Mientras algunos fieles se quedan rezando en el lugar, el resto vuelve al templo a escuchar las palabras del párroco. Más tarde, las personas regresan a buscar la imagen para volver a instalarla en la cruz.
El Altiplano está lleno de fiestas propias que mezclan antiguas tradiciones españolas con ritos de los pueblos originarios de la zona. En Belén, un pueblo precordillerano de la Región de Arica y Parinacota que conocí a fines del año pasado y que es el centro de la Ruta de las Misiones organizada por la Fundación Altiplano, la Semana Santa es un hito especial dentro del calendario de celebraciones anuales. El Viernes Santo comienza a las diez de la noche aproximadamente y se extiende hasta la madrugada del día sábado. Vino caliente y té acompañan a los fieles expuestos a las bajas temperaturas altiplánicas. En Belén, los santos de la iglesia principal (el pueblo tiene tres templos) son cubiertos con telas. Además, el féretro de Cristo se llena con piedras para ser trasladado durante la procesión. Pero lo más curioso de esta usanza es que los peregrinos al avanzar dos pasos, retroceden uno.
En Socoroma, otra localidad de la Región de Arica y Parinacota, los fieles celebran con varias procesiones al día. Dentro de ellas destaca el encuentro de las imágenes de la Virgen María y María Magdalena, llevadas en anda por mujeres, con las figuras de Jesús y Simón, trasladadas por hombres. Todo esto en un ambiente de espiritualidad y recogimiento.