A partir de 1870, las elites chilenas adoptaron un nuevo estilo de vida basado en el neoclasicismo europeo. Esta adopción cambió las formas de vida, los paradigmas estéticos, los modales y generó una cultura de elite distinta a su pasado colonial.
Hacia 1870, las elites chilenas adoptaron un nuevo estilo de vida basado en los modelos neoclásicos europeos, en particular el francés, que vinieron a cambiar su entorno doméstico. La adopción de este nuevo estilo vino a instalar un nuevo mundo de objetos que se presentaba alejado de la herencia colonial, cuestionada fuertemente desde la intelectualidad representada por José Victorino Lastarria. En este sentido, a través de un proceso construido en torno a la idea del progreso y la civilización, se asistió durante la segunda mitad del siglo XIX al reemplazo del gusto anclado en la tradición colonial, siendo uno de sus últimas representaciones la Exposición del Coloniaje organizada en 1873 por Benjamín Vicuña Mackenna, y se substituyó por los cánones neo-clásicos y eclécticos que se impusieron progresivamente en el panorama urbano, tanto en la arquitectura oficial como en la arquitectura personal. Testimonios de este fenómeno fueron los palacios que se construyeron en Santiago a partir de 1860 con el ejemplo del palacio de la Alhambra, perteneciente al empresario minero José Díaz Gana, de estilo morisco.
La construcción de nuevos espacios de vida para las elites se acompañó de una transformación de sus artes decorativas, entendidas éstas como "obras principalmente utilitarias en forma o función, pero que tienen un valor estético proporcionado por el diseño, la decoración o embellecimiento, dentro de las cuales se pueden incluir cerámica, muebles, textiles, vidrio, cuero, orfebrería, armas y armaduras, relojes y joyas" (Tesauro de Arte y Arquitectura del Getty Research Institute). Esta transformación afectó desde los objetos de la vida cotidiana hasta las obras de arte que ornaban los palacios, siendo valorizada la sofisticación por sobre la funcionalidad. En este sentido, se abandonó la madera en beneficio del mármol o de la piedra, se modificó la paleta de colores y se importaron objetos de decoración de las grandes fábricas europeas, como los tapices de Aubusson, la porcelana de Sèvres o de Sajonia, la cuchillería Christofle, entre otros. Otra dimensión ilustrativa de estos objetos sofisticados se puede percibir, por ejemplo, en el ámbito del cuidado y aseo personal, en donde antiguas palanganas de aseo son reemplazadas por enlozados y tocadores importados de Europa.
Este cambio de paradigma estético promovió una sofisticación de los modales,con nuevos patrones de comportamiento, a la par con el aprendizaje de los usos correctos de los objetos, en un intento de nivelarse con las élites europeas e integrar de esta forma el mundo cosmopolita propia de la Belle Epoque.
La instalación de estos nuevos patrones pasó en particular por las numerosas exposiciones nacionales, internacionales y de arte que se organizaron en Chile desde la segunda mitad del siglo XIX, siendo particularmente importante el rol de los coleccionistas privados en las exposiciones, como lo fue para laExposición Internacional de 1875. Por otra parte, los objetos y obras, si bien se podían adquirir en Europa, circulaban a nivel nacional a través de las herencias y de los remates que se organizaban periódicamente, siendo algunas de las casas más importantes, las de los martilleros públicos Gregorio Letelier y Ramón Eyzaguirre, esta última vigente desde 1891.
Por último, estos objetos formaron parte de nuevos hábitos de consumo asociados al lujo, los que se pueden ver en el aumento de ciertas importaciones (muebles, cristalerías, telas como la seda). Éstas se difundieron a través de soportes escritos y visuales, como los fueron los folletos sobre los bailes de fantasía organizados por las familias de elite, la publicidad, los artículos de revistas como Familia o Zig-Zag, y los catálogos de las casas comerciales como "Gath y Chaves".
(*Minisitio original de Memoria Chilena desarrollado en colaboración con el Proyecto Fondecyt Regular N.1130457 desarrollado por académicos de la Universidad Diego Portales y Andrés Bello)
Fuente: Memoria Chilena