Por Francisca Jiménez.
Caminando por el centro de Santiago llegué casi por casualidad a la iglesia de San Agustín. Mi gran sorpresa fue encontrarme frente a una especie de gigantografía con la imagen del Cristo de Mayo colgada de la fachada del templo. Y como recientemente había leído el capítulo “El misterio del Cristo de Mayo y el terremoto de 1647” del libro “Historia Secreta de Chile”, de Jorge Baradit, entré de inmediato a conocer la imagen. Me llamó la atención la gran cantidad de feligreses que había dentro de la iglesia un día de semana cualquiera.
También las numerosas imágenes de vírgenes y santos que hay en aquel templo al cual nunca antes había entrado. Después de recorrerlo llegué a la figura del Cristo de Mayo, cuyo nombre original es el Cristo de la Agonía, y que según se explica en el libro de Baradit se trata de una imagen tallada en madera policromada por el sacerdote agustino Pedro de Figueroa en 1631. La expresión de aquel Cristo es impresionante. Jamás antes había visto una tan dramática, ya que por lo general las esculturas barrocas, las neoclásicas o incluso las más modernas suelen tener un aspecto o más bondadoso o más abstracto, pero nunca tan expresivo como esta. Me quedé un buen rato contemplando la imagen y lo que sucedía alrededor de ella: las velas encendidas, los feligreses rezando, las peticiones escritas y, por supuesto, la corona de espinas ubicada en el cuello.
Esta es considerada la principal característica de esta figura, en torno a la cual se tejió una gran leyenda. Se dice que después del terremoto que azotó a nuestra capital en 1647, unos sacerdotes agustinos encontraron entre los escombros al Cristo de la Agonía en perfecto estado, incluso con las velas prendidas frente a él. Algo que entremedio del caos y de la incertidumbre postsismo en un Santiago colonial y empobrecido solo pudo interpretarse como una señal de luz y esperanza.
Pero lo más curioso resultó ser la corona de espinas atascada en el cuello de la escultura. Se dice que cuando uno de los monjes intentó sacarla de ahí y subirla hasta la cabeza, una gran réplica sacudió la ciudad, y así también el alicaído ánimo de los desconcertados capitalinos. Es por eso que desde ese entonces la corona sigue ahí mismo. La imagen del Cristo de Mayo inició, de esa manera, su importancia en términos de protección de los santiaguinos durante la Colonia, algo que hasta el día de hoy se mantiene vigente.
CADA 13 DE MAYO, EL CRISTO DE LA AGONÍA ES SACADO DE LA IGLESIA DE LOS AGUSTINOS y llevado en procesión por los feligreses a través de las calles del centro de Santiago. Se trata de una imagen importante para nuestro patrimonio histórico y religioso y que, además, sigue rodeado de un halo de misterio.
Publicado en: Revista MásDeco