“Cambia tus hojas, pero nunca pierdas tus raíces”. Así dice un proverbio anónimo que escuché hace unos días atrás y que nos conecta con lo importante que es nuestra identidad, nuestra historia y el sentido de pertenecer.
Aprender la belleza que hay detrás de un canto mapuche, el valor comunitario que existe en una minga o una trilla en Chiloé, o la devoción con que se baila el Carnaval nortino o un Baile Religioso, nos hace transportarnos a una sabiduría interna que siempre ha estado presente en nosotros, que nos vincula a nuestra memoria, a nuestra esencia como seres humanos y a esta parte más sutil que todos tenemos. Junto con la técnica que desarrolla una tejedora cuando hila la lana con su uso, o de un yatire, en la cultura atacameña que agradece a la tierra por las cosechas, a través de sus oraciones, están los valores que nos dejan cada una de estas acciones, que nos educan, nos forman, nos enseñan ya sea de una forma explícita o inconsciente.
¿Y cómo puede contribuir la educación en todo esto? ¿Es posible instalar estos saberes ancestrales, traspasados de generación en generación, transmitidos de forma oral en el sitial que merecen?¿ Qué sería de nuestra sociedad si el cuidado de la naturaleza, el respeto a nuestros antepasados, o la humildad de saber que somos parte de algo mayor, formara parte de nuestro día a día?
Y aquí justamente hay un rol crucial del patrimonio y de la cultura en la Educación. A través de usos, representaciones, manifestaciones y expresiones vivas presentes en nuestra cultura hay una posibilidad de aprender que es infinita.
Primero, está en reconocer estos saberes locales y a quienes representan y recrean este patrimonio intangible. Un ejemplo es el programa de Tesoros Humanos Vivos del Consejo Nacional de Cultura, donde se logra visibilizar y difundir la existencia de hombres y mujeres, grupos o comunidades que son portadoras de este patrimonio. Dentro de este mismo, está el rol de la sociedad civil y de las ONGS o Fundaciones, que trabajamos en comunidades locales y sabemos de la existencia de estos cultores y de su gran aporte local.
Segundo, está en conectar de una forma natural y desde los mismos espacios comunitarios, estos saberes con la educación formal, no tradicional o informal. Surgen así iniciativas como es la de llevar a los mismos artesanos a enseñar sus técnicas ancestrales a las salas de clases, o de los alumnos a sus talleres; transmitiendo sus saberes y experiencias, o la de abrir un espacio a hierbateras, reponedores de huesos o músicos para que puedan mostrar y contar a niños y adultos sobre estos saberes que aprendieron de niños y que no quieren que se pierda ni olvide.
Tercero, está en buscar metodologías y formas atractivas para educar en Patrimonio. Un ejemplo fue el que surgió en el Seminario de Educación Artística , realizado en la Universidad de Chile. Dentro de las exponentes estuvo Andrea Salazar, profesora de Interculturalidad y Pueblos Indígenas del área de Formación General de la Universidad Viña del Mar. Andrea contó una experiencia con la cultura mapuche que realizan en Quillota, en una escuela en Viña del Mar y que es la realización de materiales educativos atingentes a la cultura local. ¿Cómo lo hicieron? Asistieron con el Lonko del Valle del Aconcagua, Manuel Currilem, al Museo Francisco Fonck, identificando 4 elementos característicos de su cultura: el kultrun, el metahue, la platería mapuche y el koyón o máscara mapuche. Con esta información, desarrollaron cartillas educativas, las que hoy se utilizan en el establecimiento, enseñando sobre la cosmovisión mapuche, su relación con el entorno y la importancia del respeto a las tradiciones y a la memoria.
Lo mismo la comunidad índígena kawésqar en Puerto Edén, que a través del canal de la Universidad de Magallanes, UMAG Tv, realizaron: “Jetakuálok: Aprendiendo la lengua y la cultura Kawésqar”, mini cápsulas educativas donde se enseña de una forma didáctica, características del lenguaje e historia de este pueblo originario. No hay que olvidar que la comunidad kawésqar hoy sólo cuenta con 8 personas que tienen todo el acervo cultural de la comunidad, y de ahí la urgencia de trabajar en estos temas.
Por último, la experiencia de las radios comunitarias como transmisores de Identidad Local. En Hualaihué, región de Los Lagos, se realizó un proyecto donde se usó el radio teatro como herramienta educativa, difusora del patrimonio intangible. Con textos basados en el saber ancestral de los constructores de lancha tradicional y de mujeres mariscadoras, se registraron testimonios, sonidos y se difundieron a la localidad, apropiándose la misma comunidad de su saber local y de su historia.
Sin duda hay mucho por hacer. Pequeñas localidades, muchas veces con pocos recursos nos muestran grandiosos ejemplos de cómo trabajar y vincular la educación con el patrimonio. Vincular la educación con nuestras tradiciones no sólo es posible, sino que es absolutamente necesario. A partir de ellas, no sólo se logra visibilizar un conocimiento ancestral que aún está muy presente en pueblos y comunidades locales, sino que también empoderar a los cultores locales, artesanos para que difundan su identidad y saber. Junto a esto, se aprende de la diversidad y del gran aporte que cada cultura hace al todo social.