En esta ocasión hablamos con Javiera Ide, coordinadora del programa Vivo Curimón de la Fundación Lepe, celebración que refuerza la identidad de esta comunidad ubicada en el Valle del Aconcagua.
-Entiendo que la fiesta de San Francisco era una festividad tradicional de la zona pero que por alguna razón no se realizó por un tiempo. ¿Es así? La Fiesta de San Francisco lleva realizándose desde tiempos inmemorables en Curimón. Se tiene noticia de este celebración desde la Colonia, cuando en torno al convento e iglesia se congregaban diferentes capillas, hermandades, y cofradías de bailes con sus santos e imágenes para saludar a San Francisco. Luego de los talleres de memoria que realizamos en la comunidad el año pasado, se identificó un año en el que no se realizó la Fiesta. Esto fue en la década de los 70, en plena dictadura y respondió a restricciones impuestas de carácter político. Esperamos que la situación actual de pandemia permita el desarrollo de la fiesta en octubre, esta todo por verse. Será interesante ver si se reinventarán las fiestas religiosas en Chile durante este año. Si bien se asocia a estos patrimonios a lo “tradicional”, no podemos negar que son parte del mundo contemporáneo, y, por lo tanto, se ven atravesados por constantes transformaciones y resignificaciones. Quizás el cruce de las tecnologías de la información y la comunicación con lo ritual será una situación de la que seamos testigo este 2020 donde la distancia social es el imperativo.
-¿Cuál ha sido el rol de Fundación Lepe en fortalecer esta tradicional fiesta popular? Como fundación entendemos la Fiesta de San Francisco como un elemento del Patrimonio Cultural inmaterial de Curimón, fundamental en la identidad del pueblo y del Valle del Aconcagua. Además de su profundo sentido devocional, es una celebración ritual de carácter comunitario, un hito anual que cohesiona el tejido social en torno a la figura de San Francisco, santo patrono de los animales y la naturaleza. En Vivo Curimón buscamos trabajar en conjunto con la comunidad en torno a su identidad y patrimonio para identificar oportunidades de desarrollo sostenible. ¿Cómo comenzamos esta gran misión? A través de la ideación participativa de una serie de actividades que nos ayudaron a reconstruir colectivamente la memoria histórica de la Fiesta de San Francisco. Desarrollamos talleres de memoria intergeneracionales con las diferentes juntas de vecinos donde pudimos recopilar y registrar relatos y material fotográfico invaluable que luego presentamos en una muestra comunitaria en el convento. También realizamos talleres de huertos medicinales en las escuelas para vincular a las niñas y niños con la espiritualidad franciscana, instancias de familiarización para los gestores locales en temáticas de patrimonio cultural inmaterial y la creación de un programa de radio de cultura y patrimonio con jóvenes, junto a otras muchas actividades comunitarias. Conectar el trabajo territorial desde esta manifestación patrimonial tan viva, que connota movimiento, sensaciones, emociones y vivencias, nos ha dado pie para estrechar lazos y seguir avanzando en este trabajo colaborativo y que apunta al bien común, que tiene grandes proyecciones a futuro para Curimón.
-¿Cómo ha sido la reacción de la comunidad en torno a esta fiesta? ¿Cuán representativa es ésta para las personas que viven en Curimón? Más allá del vínculo devocional -el cual es central e importante para los y las curamoninos(as)- la manifestación asociada a la Fiesta de San Francisco trasciende esta esfera y logra formar parte de la identidad del pueblo, marcando un sentido de pertenencia marcado y profundo con el territorio. No existe una manifestación local que permee tan profundamente en el hecho de “ser curimonino/a” que la Fiesta de San Francisco. Un aspecto que refuerza su carácter representativo, es que el pueblo se paraliza el día 4 de octubre, sin importar que día de la semana caiga la fiesta cada año. Es interesante, porque los habitantes de Curimón se consideran, antes que católicos o cristianos, franciscanos. Incluso, existen personas ateas que se autodenominan como franciscanas. Esto habla que el elemento permea transversalmente, de generación en generación, infundiendo un sentido de continuidad. El sentido de “lo franciscano” refiere a una vida basada en la humildad y la hermandad y de una profunda relación de respeto y amor por la naturaleza. Valores muy sentidos hoy en día, cuando el Valle del Aconcagua atraviesa una sequía sin precedentes que esta afectando drásticamente las formas de vidas de todos sus habitantes.
-¿En qué consiste la fiesta misma? Tradicionalmente, en todas las localidades en donde existe influencia de la Orden Franciscana se celebra entre el 3 y 4 de octubre la Fiesta de San Francisco, adoptando ciertas particularidades de acuerdo a las dinámicas culturales de la comunidad. La Fiesta en Curimón tiene diferentes momentos. Todo comienza con la novena. Como bien dice su nombre, durante nueve días consecutivos la comunidad se reúne cada noche en un acto de devoción y adoración a San Francisco. El día 3 de octubre en la noche se finaliza la novena con la farolada. Aquí los feligreses suben en Cerro San Francisco, donde está su santuario, con farolitos hechos por las niñas y niños del pueblo con materiales reutilizados, para acompañar al santo en su tránsito. El día 4 de octubre bien temprano por la mañana se celebra la misa de los trabajadores, donde se bendicen sus herramientas, y a las 10 am se realiza la bendición de los animales. Las familias vuelven a subir el cerro con sus mascotas para que reciban la bendición del santo y tengan su protección durante todo el año. Ese mismo día por la tarde es la procesión, el punto cúlmine de la fiesta. Todos se congregan en el atrio de la iglesia: autoridades religiosas, fieles, organizaciones comunitarias, clubes de huasos y los devotos para dar inicio a la procesión de San Francisco.
-¿Qué otras tradiciones de la zona han podido rescatar? Hemos identificado una rica tradición en construcción en tierra, sobre todo tapias y adobes, tipologías constructivas típicas del Valle del Aconcagua. La tapia es un muro macizo que se construye apisonando tierra en un encofrado de madera y que antiguamente se utilizaba para hacer cierres perimetrales e incluso para construir viviendas. Hemos registrado el trabajo de uno de sus cultores, el Maestro Arcadio Rodríguez, más conocido como Don Cato, quien aprendió el oficio de su padre cuando era niño. Debido al gran interés que generó la difusión de su oficio en las redes sociales y en los medios, realizamos talleres de construcción en barro donde pudimos traspasar su conocimento a personas jóvenes muy motivadas con el rescate de esta técnica. Esperamos que la pandemia de tregua pronto para poder retomar el trabajo de difusión y traspaso de este patrimonio vivo tan importante que configura el paisaje cultural del Valle Central de Chile.