Por Francisca Jiménez
Ya que en este número hablamos de baños y cerámicas es necesario mencionar también algo sobre la historia ligada a este arte. Si hay un oficio antiguo, ese es la alfarería. Se trata de una de las primeras técnicas humanas, que datan de la época de la prehistoria. Específicamente del paleolítico superior (entre 29.000 y 12.000 años antes de Cristo). En ese sentido, uno de los vestigios más antiguos es la Venus de Dolní Věstonice, descubierta en la República Checa y que es una de las primeras evidencias de arcilla modelada.
Lo interesante de este arte es que se encuentra en todas las culturas del mundo y que sigue siendo un oficio vigente hasta el día de hoy. Proveniente del árabe (del vocablo ‘alfaharería’), hay ejemplos dignos de mencionar. En nuestro país, por ejemplo, la cerámica de Talagante (Región Metropolitana) y la de Quinchamalí (Región del Ñuble) son algunas de las más conocidas y representan un oficio sincrético (en el caso de Quinchamalí) y de mestizaje con fuerte herencia española (Talagante). La cerámica de Pitrén es, sin embargo, otro tipo de cerámica de origen prehispánico de pueblos horticultores que habitaron el área que va desde el Biobío hasta el Llanquihue. Estos tres son un botón de muestra de algunas variantes de alfarería que hay o han existido en Chile.
Sin embargo, en la actualidad hay varias iniciativas que hacen de este oficio un arte más moderno. Sin ir más lejos, colectivos o entidades como el Taller Huara Huara, Grisalla (la continuidad de la Escuela de Artes Aplicadas, Oficios del Fuego) o el Taller Villaseca son algunos ejemplos de cómo la cerámica es considerada hoy una disciplina artística. De hecho, artistas nacionales como Fernando Casasempere y Benjamín Lira son algunos que han incursionado en esta materialidad.
Hay un joven ceramista que admiro por sus trabajos cuyo nombre es José Domingo Prado, quien aprendió en Chile y en Japón diferentes técnicas para trabajar la arcilla.
Haciendo un repaso, me gusta pensar en que este antiguo oficio siga estando tan vigente y que trascienda los límites de lo utilitario para convertirse en objetos de valor estético y artístico, cautivando así a las nuevas generaciones.