Por Francisca Jiménez

Con más de cuatrocientos años de tradición, el trenzado en paja de trigo es un oficio prácticamente desconocido y que está siendo rescatado para su continuidad en el tiempo.

Cutemu es una pequeña localidad de la Región del Libertador General Bernardo O’Higgins. Un pueblito ubicado en medio de colinas del secano costero donde crecen los espinos y hay trigales. Es ahí donde un grupo de artesanos y artesanas trabaja la paja desde hace siglos para convertirla en trenzas que servirán para la creación, principalmente, de chupallas. Las diseñadoras Rocío Schätzke y Sofía Hott desarrollan desde finales de 2016 el proyecto “Trenzados de Cutemu”, el cual tiene como objetivo revitalizar a la comunidad de cultores a través de su oficio y ponerlo en valor. La idea es documentar y entender sus procesos de elaboración con el fin de crear con las maestras artesanas nuevos productos con identidad local.

Según las investigadoras, así como ha ocurrido en otros lugares de Chile, es posible que el origen de este oficio se deba a la llegada de un convento franciscano en San Pedro de Alcántara, en 1609. Esto porque los claustros generalmente funcionaban como referentes sociales y culturales en las zonas en las que se establecían. Por lo general, los miembros de las órdenes fomentaban el desarrollo de ciertos oficios. Fue recién cerca de 1740 cuando se introdujeron las semillas de trigo –en este caso del trigo ligún– en el lugar, donde se desarrolló posteriormente la artesanía del trenzado y la confección de chupallas.

Según Rocío Schätzke, el oficio no solo lo llevaban a cabo mujeres, sino que también hombres. “Los relatos de las trenzadoras mayores que hemos podido conocer dan cuenta de que aprendieron de sus padres y madres. Lo hacían observando y luego haciendo, ya que toda la familia trabajaba la paja de trigo para crear chupallas y sombreros con un fin utilitario: para protegerse del sol”, comenta. Si bien este oficio sigue siendo bastante artesanal, hace ya varias décadas se introdujo la máquina de coser para hacer más rápida la costura de las trenzas y armar así los sombreros. Tradicionalmente este trabajo lo han realizado tanto hombres como mujeres.

Sofía Hott explica el proceso completo desde la siembra hasta la creación de las piezas. Cuenta que luego de la cosecha del trigo, este se deja secar para después retirar las semillas de las varas mediante un harnero y separar de las cortezas. “En resumen, se cosecha, se deja secar, se refriega, se descapulla y se selecciona según el grosor de las varillas. Después de eso se obtiene el material que sirve para trenzar”.

Ambas cuentan que trabajaron con las artesanas en la confección de un cinturón como producto innovador más allá de la tradicional chupalla. Este se hizo en diferentes tallas. Otro modelo es un sobre circular que sirve como una cartera fina. No descartan la idea de desarrollar otras propuestas. Pero eso será en otra etapa del proyecto, ya que esta acaba de concluir. trenzadosdecutemu.com / @trenzadosdecutemu

Publicado en Revista MásDeco