Por Nicholas Gill | Vía The New York Times
Hasta hace unos años, nunca había dedicado tiempo durante mis visitas anuales a Santiago de Chile al vecindario de Lastarria, un distrito residencial costoso y de estilo Época bella ubicada a las afueras del centro. En cambio, transitaba por tres vecindarios centrales: comía en Vitacura, tomaba una copa en Bellavista y dormía en Providencia.
Lastarria, un barrio triangular cerrado parcialmente al tránsito por el cerro Santa Lucía hacia el oeste y el parque Forestal hacia el norte, estaba fuera de mi radar. Hace poco, sin embargo, con la apertura de seis hoteles solo en los dos últimos años —sin mencionar decenas de tiendas y restaurantes nuevos— ese vecindario es el lugar donde todos quieren estar.
Las sinuosas calles adoquinadas y la arquitectura regia de Lastarria representan un marcado contraste con los distritos comerciales con edificios altos del este, donde se concentran la mayoría de los hoteles de Santiago. Tiene encantadores cafés como el Colmado Coffee & Bakery, que abrió un restaurante de servicio completo en el segundo piso el año pasado, y las vinaterías que comercializan los productos de viñas independientes han ido abriendo sus puertas a un ritmo vertiginoso. Varios hoteles boutique se han adueñado de edificios del siglo XIX, al tiempo que satisfacen exigencias modernas, como piscinas en la azotea y certificaciones LEED.
Alguna vez fue un destacado enclave intelectual y bohemio, pero Lastarria perdió gran parte de su esplendor a lo largo de la segunda mitad de siglo conforme se erigían más suburbios modernos lejos del centro a donde se mudaron varios de los entonces habitantes de Lastarria. En 1997, la ciudad lo reconoció como distrito histórico, con lo que fomentó la conservación de su legado arquitectónico. En 2002, surgió un mercado de antigüedades y libros usados que se instala de jueves a domingo en la plaza Mulato Gil de Castro, la cual solo puede recorrerse a pie.
En 2010 fue inaugurado el Centro Gabriela Mistral, cubierto de acero corten y concreto reforzado, y comenzó a atraer a amantes de los conciertos y el teatro, junto con otras atracciones culturales, como el Museo de Artes Visuales. El goteo de visitantes ha pasado a inundar el vecindario y ahora gran parte de Lastarria se ha convertido en el mejor lugar de la ciudad para sentarse a observar a la gente.
Durante los últimos cuatro años, Ñam, el festival culinario anual de Santiago, ha adoptado como su sede las calles de Lastarria y el adyacente cerro Santa Lucía, con su castillo en la cima. El festival de 2017, celebrado a finales de marzo, atrajo al vecindario a 45.000 personas a lo largo de cuatro días. “Lastarria tiene más de seis museos concentrados en diez manzanas, además de teatros, cines y salas de exhibición”, dijo Rafa Rincón, uno de los fundadores del evento. “Al mismo tiempo hay cerca de 25 restaurantes y sentimos que podríamos ayudar al crecimiento y fomentar el espíritu de colaboración que buscaba Ñam”.
Muchos turistas nunca se aventuraron a ir a Lastarria puesto que no ofrecía alojamiento. Además de un par de hoteles en el vecindario más bohemio de Bellavista, el hospedaje de lujo en Santiago por lo general significaba hospedarse en alguna cadena internacional en una torre en Providencia o Las Condes, como el Ritz Carlton o el W. Ahora Lastarria está repleto de opciones.
Entre ellos está el Lastarria Boutique Hotel: 14 habitaciones en una casa estilo palacete con pisos de mármol y una escalera sinuosa, y el refinado Luciano K, con 38 habitaciones, un elevador de hierro fundido, un lounge en el techo y una piscina climatizada con vista al parque Forestal. Ubicado justo afuera del límite del distrito, el Hotel Magnolia, de 42 habitaciones, añadió tres pisos cubiertos con una moderna fachada de vidrio por encima de una mansión de principios del siglo XX; mientras que en la plaza Mulato Gil de Castro está el Cumbres, de 70 habitaciones, con su llamativa fachada de concreto, un bar de tapas en la planta baja y enormes cabeceras con réplicas de pinturas del siglo XIX inspiradas en la herencia cultural chilena.
A unas cuantas cuadras, el Singular Santiago es la segunda propiedad de esa lujosa marca chilena, que a finales de 2011 inauguró un hotel en la Patagonia, dentro de una antigua planta procesadora de lana, que es considerado uno de los mejores hoteles en Sudamérica. El que está ubicado en Santiago –un edificio nuevo con una fachada de ladrillos, piedra y acero que combina con las construcciones a su alrededor– cuenta con un spa de 280 metros cuadrados, un restaurante francés de cocina de temporada, una alberca en la azotea y un bar con una extensa vista al horizonte de la ciudad.
“Es un vecindario muy vigoroso porque muestra una nueva cara de Santiago”, dijo Sabrina Tettamanti, gerente general del hotel. “Es más local, más genuino y está muy de moda”.