Por GABRIELA GARCÍA | Vía REVISTA YA
Así como Violeta Parra se convirtió en la primera sudamericana en exponer en París en 1964, otras tres artesanas lo harán en maya Eliana Carter; Juana Maribur y Ana María Contreras fueron invitadas ala Bienal Revélations que se realizará en Francia. De la delegación de 26 creadores chilenos que viajan, son las únicas mujeres autodidactas. Tejedoras en ñocha y crin, aprendieron de sus madres y abuelas, y son portadoras de una tradición que han cultivado por décadas. Agrandar Tamaño Texto Disminuir Tamaño Texto Cada vez que Juana Maribur (52) piensa en Violeta Parra siente que un tejido misterioso las une. Nacida en un pueblo llamado Huentelolén, camino a Tirúa, a 18 kilómetros de Cañete, Juana es -al igual que la folclorista de San Fabián de Alico- una artesana que creció en una familia campesina, compuesta por otros nueve hermanos.
Mapuche de raíz, a diferencia de la cantora de "Gracias a la vida" no es bordadora ni ceramista ni pintora, sino que se dedica a la cestería en ñocha, una fibra vegetal endémica del bosque nativo de la Cordillera de la Costa, en la Región del Biobío, que en mapudungún significa "planta que crece buscando la luz"
Juana teje entonando himnos religiosos. Dialogando con los árboles que la rodean -manzanos, cerezos, ciruelos- realiza obras con las que viajará por primera vez al extranjero. Junto a otros 26 artesanos y diseñadores representará al país y mostrará su trabajo en Révélations -la bienal de artesanía más importante de Europa y que este año tiene como país de honor a Chile-.
Ésta se llevará a cabo en el Grand Palais de París del 3 al 8 de mayo, la misma ciudad a la que llegó Violeta cuando se convirtió en la primera sudamericana en exhibir sus arpilleras en el Museo de Artes Decorativas del Louvre, en 1964.
-Cuando ella expuso en Francia, aquí no la valoraban mucho. Eso nos pasa a todas las artesanas. Nos cuesta ser profetas en nuestra tierra -dice Juana.
Para ser elegida por la curadora y directora del Museo de Arte Popular Americano, Nury González, como parte de los talentos que el Consejo de la Cultura y las Artes llevarán a Révélations, Juana ha luchado toda una vida. Recién en 2015, cuando ganó el Sello de Excelencia a la Artesanía por la obra "Nial Arre Cofque" ("panera para mantener el pan caliente"), cosechó los frutos del oficio que ha mantenido por más de 40 años.
-Ese año del premio recién conocí mejor Santiago. Entonces empecé a tener el sueño de viajar con mis productos -dice.
Juana viajará a Francia justo para la bienal que está inspirada en Violeta Parra. Y lo hará junto a Claudia Hurtado, cabeza del proyecto Ñocha Malen que creó la Forestal Mininco en 2012 para apoyar a decenas de tejedoras de fibra vegetal para crear nuevos diseños.
La ñocha en el cerro
Juana no se casó ni tuvo hijos. Su gran amor ha sido la artesanía. Este romance, que comenzó a sus nueve años, mientras iba a una escuela Huinca, donde la llamaban "china" por sus rasgos indígenas, ha estado lleno de sacrificios. Antiguamente, y junto a su madre y hermanas, tenían que ir a buscar la ñocha al cerro de Huentelolén. Eran caminatas de tres horas. Debían salir temprano porque no era fácil encontrar la planta.
La primera obra manual que realizó Juana fueron muñecas mapuche hechas con pasto y pelos de choclo. Pero cuando creció comenzó a tejer a escondidas. Según cuenta, a los niños no les permitían experimentar con la cestería porque se corría el riesgo de malgastar la fibra, pero cuando su madre se levantaba a hacer las comidas, ella aprovechaba de tomar su aguja.
-Yo sé que algunas mujeres sienten que tanto esfuerzo no vale la pena porque de la artesanía es difícil vivir. Pero cuando pienso que eso producirá que, a lo mejor con el tiempo, se va a dejar de tejer, me pone triste.
Juana perseveró. Para ella mantener la tradición es más fuerte. Además de hacer talleres de cestería para 22 personas una vez a la semana en Prodemu, cría gallinas que le dan huevos para vender y no se pierde participar de la feria de artesanía tradicional que organiza la Universidad Católica en el Parque Bustamante. En junio está invitada a otra en Isla de Pascua.
El procesamiento de la fibra exige trabajo. Primero debe sacarle las espinas, luego hervirla en agua con ceniza y secarla al sol durante dos o tres días. Si se quiere dar color, Juana usa la anilina. El último paso es volverla a humedecer.
Lo clásico en la cestería son las paneras o canastos. Pero a Juana le gusta innovar y además hace carteras para guardar computadores. En París, en cambio, mostrará tres lámparas de 64 centímetros y de colores que fabricó en marzo recién pasado con otras dos mujeres que integran Ñocha Malen.
Para ella cada producto es un triunfo.
-Una se pone contenta con cada logro. A mí tejer me relaja, me pone a cantar. Tienes que vaciar la cabeza de preocupaciones y tener paciencia. También me acuerdo mucho de mi mamá. Pienso que con esto de París estaría orgullosa de mí.
"Dicen que llegó crin"
Esa es la alerta que las artesanas en crin que pueblan Rari, en la Región del Maule, esperan escuchar una o dos veces al año en la radio Cristalina, para buscar la materia prima que llega de mataderos de Santiago, Temuco y Chillán, y que por generaciones ha tejido su historia.
Eliana Carter (46) -también invitada a la Bienal Révélations- es una de ellas. Nacida en ese lugar ubicado a los pies de la precordillera de Linares, en la comuna de Colbún, dice que cuando escuchan el aviso tienen que moverse rápido: la demanda es alta.
Luego viene la preparación, que tarda una semana: remojar, restregar y lavar. Ponerlo a secar, y posteriormente hervirlo en un brasero con sal y anilina para que tome color. La clave está en sacarlo de la olla justo antes de que hierva. Luego del enjuague, se ventila a la sombra.
El procedimiento es el mismo que hacía su madre, sus tías y anteriormente su abuela. Aún le parece verlas tejer y charlar bajo el parrón tardes enteras.
-Todas las artesanas empezamos haciendo círculos. Es lo primero que aprendí a tejer cuando me encariñé con el crin -cuenta quien se siente sucesora de una cadena de mujeres que a través de las manos han sacado adelante a sus familias.
Hija de padre jornalero, Eliana, a diferencia de su madre, no tiene intermediarios para vender sus productos, y desde que recibió el Sello de Excelencia en Artesanía en 2011, puede vivir de su trabajo. Entrega mensualmente sus creaciones a Artesanías de Chile, recibe pedidos de particulares. Pero también hace talleres para niños sobre el oficio.
-Que las nuevas generaciones aprendan la técnica para mí es vital. Yo me siento embajadora de un oficio por el que lucho, que no quiero que se muera. Las mamás tenemos el deber de enseñarlo. Aún cuando sabemos que los jóvenes ya no se quieren dedicar a esto, este conocimiento se tiene que seguir transmitiendo.
El crin repuntó cuando las tejedoras de Rari fueron reconocidas en 2010 como Tesoro Humano Vivo y, por lo tanto, la tradición es patrimonio nacional. Desde ese punto de vista, y como le gusta explicarlo a Eliana, cada artesana es una joya a la que sacarle lustre. Eliana dirige desde 2011 una agrupación de 21 tejedoras de Rari bajo ese espíritu. A todas ellas siente que representará cuando sus obras pisen París.
-Mi sueño ahora que saldré al extranjero es visibilizarlas. Quisiera que en el corto plazo pudiéramos armar un quiosco en Rari que tuviera una sala de ventas y donde cada una pueda exponer sus cosas. A la vez quiero que abramos un museo del crin a futuro. Este movimiento tiene fuerza. Lo importante es estar siempre proponiendo e innovando -dice Eliana.
Transmisión oral
En el crin, las creaciones más tradicionales son las mariposas, las brujas, los sombreros y los ángeles, pero hace un tiempo, y en el marco de un Congreso de Entomología que se hizo en la Universidad de Talca, la desafiaron a tejer aves y flores nativas, y las obras de Eliana dieron un salto. Ahora hace loicas, queltehues y flores como el ñoño y el suspiro. Además, está explorando con las camelias y el arrayán.
-La conexión con la naturaleza está presente en mi trabajo.
Eliana teje en crin a toda hora. Lo hace frente al televisor o escuchando a Luis Miguel. Es exigente. Si se equivoca, se reta largamente.
Las leyendas sobre la génesis del tejido en crin son muchas y son parte de la mística de este territorio. A Eliana la que más le resuena tiene relación con un hotel de Panimávida. Dice que la hija de un trabajador de allí se encontró con unas raíces de álamo en el río y que con ellas fabricó un canastito. Al mostrárselo a su padre, éste decidió regalárselo a la hija del dueño, y entonces la obra llegó a la madre de ésta, la patrona del hotel.
-A la señora le gustó tanto que le pidió más a la hija del trabajador para poder venderlos. Pero del momento en que se reemplazó el tejido con raíz de álamo por el crin, nadie se acuerda.
La artesana, sin embargo, calcula que el oficio se arrastra hace unos 300 años y que ella es parte de la tercera generación de tejedoras cuya tradición sólo ha adquirido valor con los años. El 5 de noviembre de 2015, Rari, junto con Chimbarongo, fue declarada ciudad artesanal del mundo por el World Crafts Council.
-Nosotras somos únicas en el mundo y aunque no lo creas, en el extranjero Colbún es conocido por su artesanía más que por el lago. Uno cuando teje, vuela. Se pierde en pensamientos. Arregla el mundo.
Mauricio Clavero Kozlowski, destacado diseñador que vive en París y que tiene experiencia en las más importantes y lujosas marcas de cristalería, porcelana, oro y plata de Francia, y actualmente director artístico de Maison Odiot, es uno de los afuerinos que llegó atraído por la tradición del crin a Rari. En 2016, hizo una residencia de cinco días, y Eliana, con otras cinco tejedoras, fue elegida para trabajar con él. Clavero llegó para estimular nuevos diseños y le dio tareas a cada una. Al final de los talleres, invitó a Eliana a hacer un proyecto en conjunto. Con éste, ambos llegarán a la Bienal Révélations en mayo.
-Hicimos un montón de tubitos de crin, que van enredados porque sí y que la gente aquí interpretó de diferentes formas. Para algunas eran unas ramas de árbol, para otras unas algas -explica Eliana sobre la escultura. También llevará sus crines para hacer talleres en Francia. Según sus palabras, aún no se convence de que va a París:
-Espero que se abran otras puertas para la artesanía, y que Rari tenga otro lugar en el mundo donde llegar. Me las voy a jugar, como antes lo hizo la Violeta, para representar al crin y a mis artesanas. Que esto beneficie a toda la comunidad, ese es mi sueño.
Violeta jardinera
La figura de Violeta Parra está en las conversaciones de Rari, sobre todo desde que el Consejo de la Cultura y las Artes le encargó a la Agrupación de Artesanas de Rari que encabeza Eliana Carter, "un regalo" para celebrar los 100 años de su nacimiento.
Ana María Contreras (57) -cuya obra también va a la Bienal de París- es una de las que está participando en un cuadro de 2x2 hecho con artesanía en crin en su honor. La idea, cuentan las mujeres, es terminarlo en septiembre próximo y que la artista esté representada con hartas flores y mariposas como en su canción "La Jardinera".
-Queremos hacerlo en los tonos naturales del crin. Y para eso conseguimos con un verdulero del pueblo las colas negras y café, pero nos falta el blanco y el miel. Este proyecto nos tiene muy contentas. La Violeta nos identifica. Era una mujer luchadora que salió adelante sola con sus cosas, como somos nosotras.
Ana María no podrá ir a París en mayo. Pero Nury González, curadora y directora del Museo Mapa le encargó 17 obras que viajarán por ella. Aunque su especialidad son los bichos en crin como el San Juan, esta vez apostó por un prendedor especial: un círculo de unos cinco centímetros con cinco globos que al ponérselo adquieren movimiento, y cuyos ejemplares serán usados por los hôtesse (anfitriones de la Bienal) y estarán a la venta.
De todas las tejedoras, Ana María es la que más viaja a Santiago. Antes de volver al sur, vivió 30 años en la capital. Hoy hace talleres en Casa de Oficios, ubicada en Barrio Italia. Y también en la Universidad Católica para los alumnos de Diseño. Toda su vida ha tejido. A veces le dan las 2 o 3 de la madrugada.
-Casi todas las artesanas somos nocturnas, porque es en la noche y cuando ya terminaste las cosas de la casa que puedes tejer tranquila y te rinde.
Ana María lleva 50 años en el oficio. Aprendió de su madre y su abuela, cuando tenía 7 años.
-Que esta tradición se valore más ahora es gracias a nuestras antecesoras. Cada vez que trabajo el crin siento amor y nostalgia, regreso a mi niñez.
"Teje, Ana María, aprende", parece que escucha decir a su madre cuando se pone a crear. Por eso, cuando en 2016 recibió el Sello de Excelencia en Artesanía por un centro de mesa compuesto por 49 círculos de 4 centímetros y en tonos naturales, no dudó en bautizarlo: "Homenaje a las matriarcas".
Fuente: Revista YA - El Mercurio