Por Francisca Jiménez.
Hace unas semanas cumplí una promesa que me había hecho hace algún tiempo: conocer el Museo del Carmen de Maipú. Un espacio que se hizo a medida cuando se proyectó el Templo Votivo por el arquitecto Juan Martínez en la década de los cuarenta.
Apenas entré al lugar se me vino, literalmente, ‘encima’ la imagen de la ‘Alegoría de la Batalla de Maipú’, un enorme óleo de Fray Pedro Subercaseaux y los artistas ayudantes Miguel Venegas Cifuentes y Claudio Bravo. Sus dimensiones son de 20 x 3,5 metros. Al centro aparece la Virgen del Carmen –ubicada entre Bernardo O’Higgins y José de San Martín–, la que fue declarada en 1811 patrona del ejército. Según cuenta la historia, en vísperas de la batalla de Maipú, O’Higgins afirmó lo siguiente: 'En el mismo sitio que se dé la batalla y se obtenga la victoria se levantará un santuario a la Virgen del Carmen, patrona y generala de los Ejércitos de Chile, y los cimientos serán levantados por los mismos magistrados que formulen este voto, en el mismo lugar de su misericordia que será el de su gloria'.
El gran mural resulta especialmente atractivo para niños y adultos como una manera de aprender sobre nuestra historia. Según me comenta Carla Miranda, encargada de mediación y educación, los escolares y profesores que asisten al museo pueden ver en esta obra la representación de una batalla emblemática para nuestros orígenes republicanos. Pienso que es más esclarecedor e interesante para un niño estudiar a los personajes históricos de esta forma en complemento a como se hace de la manera más tradicional. De hecho, vi a varios grupos de colegios recorriendo esta gran sala principal.
Pero el museo es mucho más que solo esta obra. En él hay más de 2.800 objetos que abarcan desde la Colonia hasta el siglo XIX. Estos se agrupan en las colecciones de pintura, imaginería, carruajes, mobiliario, documentos, fotografía, textiles, platería, fotografía y numismática de alto valor histórico y artístico. La museografía y el guión se adaptan de manera muy didáctica a la muestra permanente y a aquellas que son temporales. Especialmente atractiva me parece la sala de carrozas, sobre todo para los niños, quienes realmente se maravillan con estos antiguos medios de transporte. Uno de los más emblemáticos del lugar es aquel que recibió a la Reina Isabel II de Inglaterra en su visita a Chile en 1968.
Publicado en: Revista MásDeco - La Tercera