Los restos del artista, fallecido a los 77 años, serán velados desde hoy lunes a las 15.30 horas, en la Parroquia Italiana Nuestra Señora de Pompeya.
Quedó cesante y a los 43 años se inventó un mundo nuevo: un universo de hadas, gatos, flores, castillos y circos, un universo colorido y naif. Después de perder su trabajo en una oficina, José Santos Guerra comenzó a pintar. Hombre tímido y de pocas palabras, a través de la pintura dio forma un imaginario alegre y encantador, un paisaje de cuentos de infancia que hoy cubre muros de conocidos bares de Santiago.
Nacido en Valparaíso en 1938, el pintor murió hoy en la capital, a los 77 años. "Compañero de mil batallas, nos regaló sus mundos de colores. Los amigos como José Santos Guerra se quedan para siempre", anotó la cuenta de Twitter del bar Liguria, donde realizó dos murales.
Los restos del artista serán velados desde hoy lunes a las 15.30 horas, en la Parroquia Italiana Nuestra Señora de Pompeya (Gral. Bustamante 180, Providencia).
En sus inicios, Santos Guerra trabajó en pequeños formatos, en tablas de madera o bastidores de 20x 25 cm. Luego desplegó sus historias visuales en las dimensiones del mural. “El primero lo hice el 96 en la fachada del bar Liguria, en Pedro de Valdivia", contó en 2011 a La Tercera. Artista autodidacta, nunca se preocupó de los principios de proporción, patrón o perspectiva. "Eso sí, para pintar murales tuve que aprender a subirme a escaleras y a estirar el brazo más arriba del hombro", dijo en la misma entrevista.
Pintó también la fachada y muros interiores del remozado Liguria de Manuel Montt y continuó con el restaurant Happening de Apoquindo, el Danoi en Barrio Italia y el Ciudadano, en Seminario. Participó en exposiciones colectivas en el Museo de Bellas Artes, el Instituto Cultural de Providencia y la Plaza Mulato Gil.
“Mi obra es siempre muy onírica, muy etérea, muy lúdica, y todos esos sentimientos interpretan la gente. La gente a veces se emociona”, cuenta en un video del bar Liguria. “Yo no me imagino sentado, no trabajando con el pincel; eso me da mucha alegría y energía la fuerza para vivir”, concluía.