Para esta periodista y autora de varios textos sobre fiestas y otras expresiones del patrimonio inmaterial, escribir sobre las personas detrás de cada pieza de artesanía o baile típico no solo es inspirador sino que también enseña y muestra un modo de vida pausado y respetuoso con la naturaleza. A pocos meses de haber publicado su último libro, "Manos madres", nos cuenta sobre algunos casos que la motivaron,
Para la periodista Catalina Darraidou, autora de los libros “Chile en fiesta” y “Manos madres”, entre varios otros, el interés por investigar sobre temas relacionados con el patrimonio surgió durante su estadía en Barcelona al realizar un diplomado en humanidades. “Cuando viví en España, vi lo fuerte que era el tema de las fiestas patronales, las marianas y Semana Santa. Y pensé que sería muy bonito estudiar las celebraciones en Chile. Así como las fiestas, también la artesanía me causaba mucha emoción. Yo conocía el trabajo de Isabel Cruz y de otros autores que habían escrito sobre las festividades. Pero pensé que al ser tan coloridas y artísticas, creí que era un aporte acompañar la investigación más teórica y en terreno con una buena fotografía de registro. Ahí surgió la idea de ofrecer proyectos a empresas para financiamiento como aporte a la cultura”, cuenta Catalina. Y agrega que “el último libro, “Manos madres”, auspiciado por PwC, surgió porque en las fiestas siempre veía vestuarios con cierta significación u objetos como vasijas. Por lo general, también cada evento tenía una feria de artesanía. Así comencé a familiarizarme con el tema y a hablar con los artesanos. Empecé a descubrir historias de vida que eran patrimonio por sí mismas más allá de las piezas que hacían ellos. Todos estos libros son también una excusa para recorrer Chile, porque siento que el corazón del país está en las regiones”.
¿Cada vez que viajas, te sucede que te emocionas con los relatos que descubres? Sí, soy muy feliz cuando recorro los pueblos. Todas las historias me interesan y regreso muy inspirada. Es muy aleccionador estar con personas que viven en otros ritmos, circunstancias, paisajes y un sistema de vida diferente. Que se levantan cada día a ordeñar las vacas, a esquilar las ovejas y después se encierran a trabajar en un taller. Encuentro muy lindas estas vidas ligadas a la naturaleza como medio de subsistencia. Cuando tienes que ir al bosque a recolectar junquillo para hacer los canastos, el carácter se forja de modo distinto. Está ligado a su medioambiente para obtener la materia prima para su trabajo. Todo eso hace que la persona tenga un ritmo cósmico que se ve reflejado en la llamada ‘sabiduría ancestral’. Tengo la impresión de que esa gente no se ha distraído como nosotros los citadinos, con la ilusión del control, la inmediatez y la seguridad.
¿Qué testimonios te han llamado especialmente la atención? En la investigación de “Manos madres” vi muchas mujeres que viviendo en la pobreza eran capaces de sacar adelante a sus familias en situaciones muy adversas. Es el caso de Delfina Aguilera, de Pilén, quien contaba que había tenido quince hijos, muchos de los cuales habían muerto. Sin embargo, con una sonrisa en la cara, todavía era capaz de contarte sobre ellos y su familia. Y que fue gracias a la artesanía y al cariño que le tiene a su trabajo que pudo subsistir y criar a su descendencia.
También Mónica Venegas, de Quinchamalí, es una gran mujer que ha sabido mover a todo el pueblo con mucho entusiasmo con el objetivo de sacar adelante a su gente.
Por otro lado, está Antonio Calfuñanco, de La Serena, quien realiza artesanía en totora y es también muy espiritual y centrado en las cosas que importan sin muchas palabras ni formalidad. En general, todos los artesanos me parecieron muy coherentes en lo que decían y lo que vivían. Es gente muy auténtica, que es lo que más me gusta y atrae para investigar estos temas.