Conocida por su alfarería blanca, Vichuquén es la comuna del Maule que mayor variedad de artesanía produce. Además de cestería con fibras vegetales como trigo y coirón, su gente trabaja la madera para crear nobles piezas de mobiliario; elabora encantadores textiles bordados y mantas de lana de oveja tejida a telar. Recorrimos todos sus rincones hasta dar con sus artesanos más virtuosos.

Fuente: Revista Vivienda y Decoración, El Mercurio. 

 Juan Correa:

Defensor de la cultura

Toda su vida, salvo cuando estudió en Curicó, Juan Correa (55) ha vivido en Lipimávida, a 300 metros de la playa y a 13 km del pueblo de Vichuquén. Podría haberse dedicado a la pesca, la agricultura o al procesamiento de papayas como lo hace la mayor parte de sus vecinos, pero él decidió hacer textiles a telar, siguiendo el ejemplo de su mamá y tía abuela. "Me asusta que esta artesanía termine por desaparecer; cada vez somos menos los interesados en tejer. Y para qué hablar de las nuevas generaciones, si solo les atrae la tecnología", dice. Lo suyo son las frazadas, alfombras, mantas, ponchos y pieceras ciento por ciento lana de oveja pura o teñida con hierbas, cortezas, flores y raíces de árboles. "Solo trabajo en el telar mapuche, que es tradicional chileno. Los tipo Minerva y María son implantados; no pertenecen a esta tierra", afirma el también integrante de la agrupación Artesanos montaña de piedra (Lipimávida, en mapudungun), quien comenta que en la producción de cada tejido tarda poco más de dos meses. (Teléfono 6203 7863).

Susana Calquín:

Puntada tras puntada

A partir de las clases de manualidades del colegio y los tejidos a crochet que hacían su mamá y su madrina, aprendió a bordar Susana Calquín, artesana de 72 años que vive y trabaja en el pueblo de Vichuquén. A pulso, sin bastidor, partió haciendo choapinos rellenos en arpillera bordada, en punto cruz, cuando no había luz eléctrica. "Tenía unos 16 años y mi mamá me decía: 'Te vas a quedas ciega, niña'. Ahora me cuido; no trabajo más de 6 horas al día e intento no hacerlo de noche porque se me cansa mucho la vista. El problema es que para mí bordar es como un vicio, me entretiene y distrae mucho. Además, con mi hijo siempre hemos vivido de mis cojines", cuenta.

Sus diseños son con hilos de algodón y lana, sobre osnaburgo y lino; principalmente flores (claveles, lavandas, amapolas, girasoles), espigas y hojas. "Domino varios puntos -tallo, festón, relleno, cruzada, espina de pescado, rococó y puntada rellena-, pero creo que nunca dejaré de aprender porque me encanta sacar puntadas de las revistas, y mi hijo siempre me está bajando patrones de Internet para que pueda desarrollar nuevas propuestas". (Teléfono 75-1976443).

Bernardita Muñoz y Marilluz Muñoz:

Todo en familia

Del sector de Rarin, al norte de Vichuquén, son Bernardita Muñoz (63) y Marilluz Muñoz (41), madre e hija. Viven en un mismo terreno, cada una en su casa, pero comparten una construcción, donde tienen una cocina a leña y un amplio comedor. Allí hacen gran parte de su vida cotidiana y también trabajan en la elaboración de finos trabajos en paja de trigo trenzada. Al frente, junto a una huerta que incluye varias flores, tienen un cuidado trigal que cultivan especialmente para producir el material con el que hacen sombreros, paneras, cestos pequeños, individuales y también accesorios como aros y cintillos. "Es un trigo especial, una variedad blanda y finita, que crece más alto (1,3 m). Lo sembramos entre mayo y junio, después de las primeras lluvias y lo cosechamos en diciembre", explica Marilluz, quien es la cuarta generación de su familia que se dedica a esto. La técnica empleada por ellas es la de la trenza cosida, una de las más simples y antiguas. Básicamente consiste en agrupar desde 5 a 7 fibras y entrecruzarlas. Cuando quieren hacer un tejido más resistente emplean hasta 14 hebras. Luego, con la ayuda de la máquina de coser, van creando las formas a partir de la superposición y el embarrilado de las trenzas. (Teléfono 9957 2438).

Juan Fuenzalida:

Un clásico de Vichuquén

Nacido y criado en la tierra de las brujas, Vichuquén, este artesano de 62 años siempre ha vivido en el sector La Junta. Con orgullo Juan Fuenzalida cuenta que su abuelo fue el único herrero de la zona y su padre se dedicó a la agricultura, mientras su mamá se ocupaba de la casa y de criar nueve niños. "Todos salimos maestros; unos de la construcción y otros somos mueblistas. Yo empecé bien chiquillo, haciendo canastos de mimbre, allá por el año 68, cuando no había sacos de plástico y las cosechas se acarreaban solo en canastos". Pronto comenzó a hacer muebles de madera, principalmente en roble combinado con mimbre o con batro. En un taller de 45 m2 hoy fabrica puertas, ventanas, camas, veladores, sillones, reposeras y camarotes; su producto estrella son las sillas de pino al natural con asiento de batro tejido, una hierba que crece en los humedales del lago. "Tengo varios modelos que son un clásico de Vichuquén. Me emociona hacer este trabajo porque me mantiene conectado con mi tierra, su paisaje y tradiciones", dice. (Teléfono 9941 3581).

ANTES LOS MUEBLES DE JUAN FUENZALIDA ERAN EXCLUSIVAMENTE DE ROBLE; HOY EL 35% LOS HACE EN PINO  IMPREGNADO.

Jovita Pozo:

Con las manos en la masa

Aunque  nació en Uraco -pequeña localidad donde se hace cestería en coirón, Jovita Pozo lleva más de 30 años elaborando la tradicional cerámica blanca de Vichuquén. Empezó a trabajarla cuando se separó de su primer marido y quedó sola a cargo de dos hijos, entonces de 4 y 5 años. "Mi bisabuela y abuela materna también lo hacían pero yo a ellas no las conocí. Un día tomé un pedazo de greda y nunca más paré porque en cuanto salieron las piezas del horno las vendí todas", recuerda esta artesana de 52 años que partió haciendo planchas de carbón en miniatura y que hoy está centrada en la cerámica utilitaria: platos, ollas, pailas, budineras, pocillos y todo tipo de fuentes. Tiene más de cien diseños y moldes propios; ella misma extrae la arcilla de las vetas que hay en los cerros que rodean al pueblo y, en primavera, junto a su marido prepara suficiente material para tener durante el año. "En invierno no sirve; si está muy mojado, se desarma. Y si en el amasado no se le saca todo el aire a las piezas, estas explotan en el horno", advierte. (Teléfono 9715 3165).

ESTA CERÁMICA SE QUEMA A 850°C, DURANTE 8 HORAS. DESPUÉS SE PUEDE ESMALTAR Y QUEMAR A 1.020°C.
María Fredes e Ingrid Medina: Tejedoras entre cerros

A 8 km de Vichuquén, por un serpenteante camino que se desprende del que comunica a ese pueblo con Licantén, se llega a Uraco y Concavén, localidades situadas en la falda de un cerro. Allí, entre esteros y tupidos bosques viven unas cincuenta familias. Por años, sus hombres se han dedicado a cultivar la tierra y a trabajar en las forestales. En cambio, las mujeres acostumbran a compatibilizar las labores domésticas con la producción de tejidos en coirón, que recolectan en los cerros de noviembre a febrero, antes de que el sol queme las fibras o que las lluvias las manchen. Luego las limpian y secan a la sombra para que mantengan su color natural. Esto hacen María Fredes (35) e Ingrid Medina (35), integrantes de la agrupación de artesanas "El Encanto de Uraco", quienes aprendieron este oficio a los 7 u 8 años, viendo tejer a sus abuelas, mamás y tías. A la técnica le llaman aduja y cosiste en coser siete hebras con paja de chupón, pita o ñocha o hilos de nylon, formando una estructura que crece en forma de espiral. Ellas hacen canastos de pequeño formato para variados usos; también paneras, individuales, posa vasos, joyeros, aros, pulseras, collares y llaveros con formas de sandalias y chupallas, ya sea en tono natural o con colores dados por anilinas especiales para tratar material vegetal. (Teléfonos 7458 3232 y 7150 9598).