El tradicional y antiguo barrio Huemul es reconocido por sus bellas infraestructuras y edificios patrimoniales que correspondieron a un modelo pensado para los obreros y comerciantes de la zona sur de la capital. El proyecto urbanístico fue desarrollado en 1911 por el presidente Ramón Barros Luco y el arquitecto Ricardo Larraín. En este  lugar lleno de historia y patrimonio se emplaza la iglesia Santa Lucrecia de Franklin, ubicada en la calle Placer a pocos pasos del metro Franklin. Fue construida en el 1927 por Larraín, quien también estuvo a cargo de la edificación de la famosa iglesia de Los Sacramentinos.

De inspiración neoclásica, la iglesia Santa Lucrecia cumplió un rol muy importante, ya que fue un centro cívico religioso para la comunidad de la segunda década del siglo XX, el cual contaba con dos edificios auxiliares que proveían de atención médica a niños y mujeres, además de ser un comedor social y una escuela. Hasta el 2010 cumplió a cabalidad su rol evangelizador, pero tras el terremoto de ese año sufrió daños irreparables tanto en su infraestructura como decoración, lo que obligó a su cierre al público. Afortunadamente gracias a la gestión de la comunidad, la Fundación Ayuda a la Iglesia que Sufre (AIS-Chile, www.aischile.cl) y del Arzobispado de Santiago lograron reunir los fondos para restaurar este preciado edificio patrimonial de los daños sufridos por el paso del tiempo.

En esta labor, el restaurador y conservador de la Escuela de Artes Aplicadas, Carlos Sotelo -quien es parte del staff de restauración de la iglesia y ha participado en proyectos de restauro de la Capilla del Palacio Arzobispal-, cuenta cómo se ha desarrollado la intervención: "Estamos revisando las decoraciones del edificio, específicamente las del cielo que consiste en molduras y decoración en general. Se revisa si se encuentran en buen estado y se limpian, pero no se hará restauración cromática. Se está trabajando en la medida que se recupera la estructura, no el color". 

Entre los elementos a intervenir se encuentran balaustres, vitrales, cornisas y ménsulas, muchos de los cuales serán reemplazados por el equipo de restauradores, según explica Sotelo. "Cada vez que sacamos un original lo resanamos; es decir, reparamos todas las partes que tengan algún problema y hacemos un molde en caucho o silicona, y eso lo vaciamos en yeso dental con fibras vegetales para que les dé firmeza", explica el experto. Además resalta el interés de llevar a cabo proyectos en esta línea, específicamente en el caso de la iglesia Santa Lucrecia que representó un papel social muy importante en la época. "La recuperación de un espacio sumamente interesante inserto en una comunidad que habita y convive a diario con un entorno patrimonial excepcional es un desafío tanto profesional como personal que te obliga a documentarte y atreverte a probar métodos y materiales. En definitiva este proyecto me ha ayudado a crecer en lo profesional y en lo personal también".