El castillo del Parque Forestal, después de décadas de abandono y deterioro, abrió como un restorán de recetas francesas con ingredientes chilenos. Gracias al proyecto de Allen y Klotz Arquitectos, hoy su presencia hace honor a su ubicación privilegiada, a sus vecinos y a la memoria colectiva de una ciudad que necesita rescatar sus antiguos símbolos.
Revista Vivienda y decoración - El Mercurio
Texto, María Cecilia de Frutos D. Fotografías, José Luis Rissetti.
Hacia 1920, o un poco antes, un pabellón de ladrillo muy sencillo y con un torreón se levantó en el Parque Forestal; frente al Museo de Bellas Artes, cerca de la que era una laguna y un embarcadero. Se le atribuye pero sin certeza a Álvaro Casanova Zenteno, quien se habría inspirado en los castillos del Loira para hacer esta versión a pequeña escala. Era aquí donde se arrendaban los botes para navegar, pero después de 1944, cuando se secó la laguna, este espacio quedó en el abandono, con ciertos usos culturales esporádicos, pero con una tendencia clara al olvido. Hasta que en 2012, finalmente tuvo éxito una licitación de la Municipalidad de Santiago para darle uso, y el consorcio que se la adjudicó incluía un proyecto de recuperación a cargo de los arquitectos Lillian Allen y Mathias Klotz para transformarlo en un restorán. Para Lillian el proyecto tuvo un carácter de misión. Debía rescatar esta "anécdota" en el parque que fue su jardín, cuando era chica y vivía al frente, cruzaba todos los días a jugar y se imaginaba que el castillo abandonado había sido de una princesa. Según cuenta, este siempre tuvo "una gotita de misterio", para grandes y niños, y con el tiempo llegó a estar "en el corazón de la ciudad". No es monumento histórico pero sí está en una zona patrimonial, por eso quisieron restaurarlo y partir por quitar todas las construcciones anexas que tenía alrededor, como oficinas y baños que sumaban 300 m2. A cambio agregaron un volumen muy neutro de cristal y acero que apenas lo toca, de solo 230 m2, inmerso en el parque.
-Por donde está ubicado, era necesario sacarlo adelante y hacer algo con él después de tantos años de abandono. Estaba en muy mal estado -cuenta Lillian. Fue necesario reforzar su estructura porque estaba débil, también quitaron todas las capas de pintura y estucos que tenía en su interior, cambiaron el piso por uno nuevo de eucalipto, y el cielo original del primer nivel se reconstruyó. Decidieron dejar los muros interiores con el ladrillo a la vista, igual como el exterior, para darle uniformidad y recalcar la austeridad del castillo. El nuevo pabellón pretende no interferir en nada con la construcción antigua. Al contrario, es como un mirador hacia el Museo de Bellas Artes, al parque y al río Mapocho; incluso su techo se habilitó como una terraza abierta, desde donde se tiene una vista privilegiada. Desde el inicio del proyecto sabían que un restorán era lo mejor para potenciar este lugar. La cercanía de la plaza Francia fue solo una de las razones para pensar en el empresario gastronómico Jérôme Reynes para que hiciera una propuesta: una brasserie en la que solo se usan ingredientes chilenos con denominación de origen para elaborar recetas francesas. "Una historia de amor entre Chile y Francia", resume. El Castillo Forestal incluye además un museo del juguete en el subterráneo -con piezas de la colección de Juan Antonio Santis- y una tienda en el primer nivel. La idea vino de Valérie Reynes, quien se encargó de la ambientación. "Miproyecto se llama la Bella Durmiente, por el despertar de un castillo abandonado desde hace mucho tiempo", cuenta. Los juguetes antiguos son parte de la decoración, también fotos viejas de familias chilenas, bastidores con mapas de Chile y Francia bordados y trofeos de caza reinterpretados por Valérie. -Este lugar es para todos. Es una manera de cuidar el parque porque el castillo es parte de él -agrega Lillian Allen.