Así como el barro y el agua, José Luis Yamunaqué, ceramista y restaurador peruano, mezcla la cerámica, la restauración, técnicas ancestrales y arte contemporáneo en cada una de sus piezas. Un artista que lleva la tradición alfarera en sus venas, ya que heredó el oficio de sus abuelos y padres, originarios de la localidad de Chulucanas (Departamento de Piura, al norte del Perú). Pero profesionalizó su arte fuera de su tierra natal, estudió en la Escuela Nacional de Cerámica de la Ciudad de Buenos Aires, Argentina. Desde ahí su carrera emprendió un vuelo como escultor y docente en importantes universidades en Estados Unidos. Además de contar con más de 17 exposiciones individuales en galerías de Perú, Argentina, Puerto Rico y Estados Unidos. Actualmente se dedica a la cerámica arqueológica en el asentamiento de Caral. En abril visitó nuestro país, invitado por la Escuela de Artes Aplicadas, para realizar cursos sobre cerámica contemporánea con técnicas prehispánicas y restauración.
¿Cómo nace la idea de revalorar las técnicas precolombinas?
Para mí es importante porque vengo de una familia alfarera, mi padre, mis abuelos y tatarabuelos eran alfareros. Por ende, heredé el oficio. Cuando niño llegó a mi pueblo, Chulucanas, una religiosa norteamericana. Ella hizo muy buena amistad con artesanos de la zona y se interesó mucho por la artesanía de la localidad, esto mismo nos motivó a investigar sobre las técnicas ancestrales. Ya que nuestro pueblo tiene gran tradición alfarera. En mi época había más de 100 maestros artesanos, ahora sólo quedan 8 talleres. En esta labor, la religiosa nos llevó a centros de cerámica arqueológica, invitándonos a interiorizarnos en este arte. De ahí nace mi interés y a partir de esto decidí estudiar cerámica en Buenos Aires e Italia.
¿En qué consisten estas técnicas?
En el mundo es muy conocida la técnica de construir una vasija a través de un torno eléctrico o mecánico. Pero se desconoce sobre el uso de la paleta y piedra para el modelado de piezas, práctica que usó la cultura Vicus, la que logró un alto desarrollo artístico en lo que a alfarería se refiere. Ellos aplicaban tres técnicas, que hoy casi no existen, como la de los sonidos y silbatos; el negativo y positivo y la piedra y paleta. Todas pueden ser aplicadas en la actualidad y así lo he implementado en mis obras. En Chulucanas se redescubre la técnica de negativo y positivo. Su estilo es muy parecido al batik, a través de la reservación con arcilla líquida en la que el humo penetra en ciertos lugares, menos donde se realizó el diseño reservado, el cual conserva los colores originales. La piedra y paleta es una manera de trabajar tan simple como una paleta, de fácil obtención y una piedra redondeada, donde se va moldeando la arcilla. Con esta técnica se pueden realizar hasta cien vasijas por día, pero debido a la demanda extranjera de producir en mayor cantidad en desmedro de la calidad. Se introdujo de a poco el torno eléctrico y la producción ancestral fue perdiéndose.
¿Cómo se aprecia en el Perú la alfarería?
Por desgracia, China nos invade. Ellos venden productos en biscocho (piezas para esmaltar) en serie. Esto ha llevado a que muchos artistas no usen técnicas ancestrales, sino que sólo decoren un producto seriado. El tema es que estos artículos no son cerámica en sí, se decoloran, son de mala calidad. Pierden su valor de artesanal y hecho a mano. Se pierde nuestras raíces. A pesar que contamos con una tradición histórica de cerámica en el Perú no tenemos una institución de educación superior que enseñe el oficio. Los países que están avanzando en este tema son Argentina, Brasil y ahora Chile con el aporte de la Escuela de Artes Aplicadas.
¿Cuál es el desafío para los restauradores a la hora de conocer estas técnicas?
Este curso que estoy dando en la Escuela de Artes Aplicadas sobre cerámica y restauración prehispánica es una buena oportunidad para el alumno de entender cómo fue construida la pieza. Al observar y aplicar la técnica sus conceptos sobre la restauración van cambiando. Al conocer el ceramio desde su origen, surge un valor y aprecio por la técnica, además del conocimiento de saber cómo restaurarla tal como lo hicieron los pueblos prehispánicos. Ahora en temas de restauración Perú ha avanzado bastante. Por ejemplo, en la zona arqueológica de Caral no se aceptan los productos químicos, sino que se da énfasis a lo orgánico y cien por ciento natural. Por ejemplo, al romperse una pieza, usualmente se pegan los fragmentos con un adhesivo que se llama Paraloid, hecho por la industria química. Hoy en Caral se usa la goma del cactus como pegamento. Es así que el desafío para los expertos es volver al origen y conocer de cerca lo que restauran, según la cosmovisión de los creadores de la pieza histórica.
Tras estos años de trabajo, ¿cuál es su próximo desafío o meta?
Bueno, tengo pensado preparar un libro donde se encuentren todas las fórmulas y recomendaciones, lugares donde se puedan adquirir las arcillas. Algo así como un manual que tiene por objeto contribuir a que los estudiantes puedan identificar los lugares y tipos de arcilla. La idea es que alumnos de taller puedan adquirir mejores de estas, sin la necesidad de importarlas. Generar un conocimiento de las materias primas. En Perú sucede que por falta de investigación muchos ceramistas desconocen la gran calidad de arcillas que existen en nuestra tierra. El objetivo principal es fortalecer el trabajo de alfarero y enriquecer nuestro patrimonio.