Compré esta imagen hace unos años cuando viajaba por Chiloé. La encontré entre medio de clásicos souvenirs de la Isla Grande y fue un verdadero hallazgo para mí. Solo supe que había sido realizada por un artesano que vive al sur del archipiélago en un lugar bastante aislado y que vendía sus piezas en ciudades más turísticas. Me maravillaron la simpleza de esta imagen y su expresión al cargar la cruz.

Los detalles de su cara y sus manos talladas y pintadas, su pelo negro y verdadero, su corona de espinas y su vestimenta de color morado. Lo más probable es que esta figura sea la imagen del Nazareno de Caguach, a quien se suele celebrar dos veces al año en esa localidad chilota (en enero y agosto).

La imagen de Cristo comenzó a aparecer recién en el siglo III, en catacumbas y sarcófagos. Hay un florecimiento de imágenes de Jesús hacia el siglo V en Constantinopla. El profesor y doctor en Bellas Artes, Efraín Telias escribe en su artículo “Sobre la crucifixión y el arte de la imaginería”, a raíz de la muestra “El sacrificio de la Luz” (Centro de Extensión UC, 2015):

“En estos procesos de aculturación ha sido gravitante la demanda de los fieles a través de su fe y la necesidad de concreción en objetos –imágenes y esculturas– para hacer de puentes entre la devoción y la figura de Cristo, la Virgen, o los santos venerados. Los cristos de nuestra exposición hablan claramente de esta relación entre la emoción de los creyentes y el realismo de las figuras, expresado en detalles conmovedores, pestañas, color de la piel, gotas de sangre y heridas. Logros del imaginero que permitieron al creyente del período colonial conmoverse e integrar estas imágenes de Dios a su religiosidad. (…) Si ya era compleja la representación corporal de Dios, la traducción de la paradoja de la crucifixión al arte religioso representaba un tema mayor. Se trata posiblemente del último escalón en la traducción de la palabra bíblica a las imágenes. (…) Coincide con el incremento de las imágenes de Cristo crucificado, la proliferación de la escultura religiosa, la cual se multiplicó desde modelos iconográficos y relieves a pequeña escala. En el Románico y el Gótico se permitió salir –literalmente– de la planitud de los relieves y constituirse en objetos tridimensionales.

Las más de las veces esculturas participantes de la religiosidad bajo la denominación de imaginería. Concepto que comprende la escultura religiosa cristiana cuya finalidad es participar de la práctica religiosa litúrgica, devocional o educativa, y que, desde el siglo XVI, luego del Concilio de Trento, se potenció como recurso de fortalecimiento de la fe católica.

Bajo esta misión fue un elemento protagónico de la evangelización de América. Si bien la imagen bidimensional se presta más a la educación religiosa por motivos prácticos, la imaginería se insertó con más posibilidades de apropiamiento de los nuevos fieles en el mundo colonial bajo la exigencia de la evangelización”.

En el libro “Imaginería colonial, siglos XVII y XVIII”, de Patricio Estelle, se hace referencia a que la imaginería hispanoamericana es un arte individual, síntesis de dos civilizaciones (la indígena y la europea) que, aunque opuestas, se complementan en un arte de rasgos claramente definidos. Hay varios tipos de imágenes: las de talla completa, de candelabro o bastidor, de tela encolada y las articuladas. Durante Semana Santa en La Tirana, por ejemplo, se realiza el rito en torno a una figura de Cristo articulada. Se trata de tradiciones fuertemente arraigadas en nuestra cultura mestiza.

Fuente: Revista MásDeco.