Fuente Revista Más Deco

Cada lunes, José Robles sube por una empinada escalera de caracol hasta llegar al antiguo reloj del Museo Histórico Nacional (MHN). Ubicado en la torre de este edificio, es posible observar los complejos engranajes antes de llegar a lo alto del lugar. Esto, gracias a una reciente remodelación que permite a los visitantes subir a la torre Benjamín Vicuña Mackenna, bautizada así luego de que fuera abierta al público el 12 de febrero de este año, fecha en que se celebra la fundación de Santiago. Gruesos bloques de vidrio que soportan más de 200 kilos cada uno, permiten mirar desde abajo las partes de esta máquina del tiempo.

Robles es el único que logró reparar este reloj, que data de 1864, después de varios intentos fallidos. “Trajeron expertos de Europa y Japón, pero no pudieron arreglarlo. Yo me comprometí a hacerlo y lo logré. Aparte de este, mantengo el de la Intendencia de Santiago, que también fue encargado por Vicuña Mackenna, pero es más moderno, de 1900, y electromecánico. A este, en cambio, hay que darle cuerda cada semana y por eso vengo todos los lunes hasta acá”, relata el experto. Mientras el relojero trabaja en la mantención semanal de los engranajes, aprovecho de echar un vistazo a la ciudad. Por uno de los balcones de la torre se ven la Plaza de Armas (en remodelación), la Catedral de Santiago y el Portal Fernández Concha. Al asomarme al otro balcón observo la torre de otro antiguo edificio: el de bomberos, que también tiene un reloj, pero aparentemente en desuso. “Son pocos los relojes que funcionan en Santiago. Además de este y el de la Intendencia de Santiago, yo veo el del Conservador de Bienes Raíces, el del Ministerio de la Vivienda y el de la Corte Suprema. Pero este es el único que se puede visitar”, recalca Robles. Cuenta que son muchos los que no se mantienen y que se encuentran en varios edificios patrimoniales de la capital como los de las iglesias de San Francisco y de La Merced, el primero mucho más antiguo que el del MHN. Aunque tiene bastante trabajo en reparar no solo relojes de torre, sino que también otros antiguos y de colección –que ve en su taller ubicado en la céntrica calle Ahumada–, comenta que es un oficio en extinción. Si bien aprendió este trabajo en la Escuela Industrial Nº 2 y luego hizo su práctica en la relojería Tic-Tac, que lo inspiró para dedicarse a este oficio, luego de que su padre lo llevara de pequeño al lugar, son pocos quienes se dedican a esto. Y menos hay un heredero que sea capaz de seguir haciendo funcionar los relojes de la ciudad. z

VISITAR LA TORRE DEL RELOJ El MHN (www.museohistoriconacional.cl) está abierto de martes a domingo desde las 10.00 a las 18.00 horas en horario continuado. El valor de la entrada general es de $600 pesos y de $300 pesos para la tercera edad y estudiantes. Gratis para los escolares. Los domingos, la entrada es liberada. Se puede acceder a la torre Benjamín Vicuña Mackenna y escuchar el sonido del antiguo reloj que opera en forma mecánica gracias a un sistema de péndulo y contrapesos. Además de este especial ejemplar, el museo cuenta con una colección de interesantes relojes que se pueden ver en unrecorrido por el lugar, como un Patek Phillipe que perteneció a Carlos Ibáñez del Campo y que aparece mencionado en el libro “Relojes. En la medida del tiempo”, parte de una serie de volúmenes con investigaciones de las colecciones del MHN.