Ad portas del próximo Mundial de Fútbol, recordamos que hay más lugares que visitar en Brasil que estadios. Uno de ellos, y muy característico además, es el teleférico que lleva a la cumbre del Pan de Azúcar, una montaña de granito que es verdadera marca registrada de Río de Janeiro. Esta especie de teleférico que cumple más de cien años de antigüedad,  es un must en el recorrido por esta ciudad brasileña, altamente llamativa por su geografía, llena de vegetación, playas y cerros.

Hace un par de meses pude viajar en el famoso bondinho, que conocía solo por fotos y, por supuesto, también por la película Moonraker de James Bond con un temerario Roger Moore que peleaba contra un malvado personaje con dentadura metálica, colgando de este renombrado teleférico que, a la vez, mostraba hermosas imágenes del entorno del Pan de Azúcar.

Llegar al lugar no es difícil, ya que se trata de uno de los máximos atractivos turísticos de Río, tales como el Corcovado y las playas de Copacabana e Ipanema. Se accede a este al llegar a una base ubicada en pleno barrio de Cosme Velho. Aunque la entrada no es barata, vale la pena pagar por un viaje en bondinho para ver gran parte de la ciudad. Se puede ir con niños y en familia porque los espacios del actual teleférico son amplios y las vistas, impresionantes.

Al bajarse en la primera estación -para mi gusto la más linda- se puede ver inmediatamente una exposición al aire libre de los bondinhos antiguos que, a diferencia de los modernos, eran enteramente de fierro y pintados de amarillo. Su forma me recordó, de alguna manera, al funicular del cerro San Cristóbal de Santiago. Es una buena instancia para enterarse de cómo surgió la idea de construir este teleférico ya a comienzos del siglo XX, como una gran obra de ingeniería que se haría mundialmente conocida. Además de los antiguos bondinhos hay varios paneles explicativos con fotos de la época que dan cuenta de la historia de su construcción y posterior puesta en marcha.

Luego de esta pausa se puede seguir hasta la segunda y última estación desde donde se observa la ciudad a gran altura. Aunque a mí no me tocó verlos, cuentan que hay veces en que entremedio de los turistas se pasean monos pidiendo algo para comer. Ojo, que más de una vez un despreocupado visitante se ha quedado sin su merienda por culpa de estos traviesos macacos que escapan rápidamente con su botín por las ramas de los árboles perdiéndose en la tupida vegetación. Eso también es parte de la visita al famoso bondinho.

Breve historia

Fue en 1912, cuando se inauguró el llamado camino aéreo en Río de Janeiro bajo el nombre de Bondinho del Pan de Azúcar y que hoy es parte del paisaje de la ciudad. Se trata de un emprendimiento que fue construido y es operado por la Compañía Camino Aéreo Pan de Azúcar. Fue Augusto Ferreira Ramos, un ingeniero brasileño que participaba como coordinador general de la Exposición Nacional de 1908, realizada en la Praia Vermelha, quien ideó la construcción de un camino aéreo para la cumbre de esta montaña. Luego comenzó la construcción y operación del teleférico, cuyo segundo tramo se hizo entre el Morro de Urca y el Pan de Azúcar, que empezó a funcionar el 18 de enero de 1913, completando definitivamente la conexión hasta la cima del Pan de Azúcar. La historia del bondinho ha sido de dulce y agraz, ya que además de ser de costoso financiamiento y mantenimiento, hubo épocas difíciles como la Segunda Guerra Mundial, período con pocas visitas turísticas al lugar. Sin embargo, hoy casi nadie que vaya a Río se salta un viaje en teleférico. Cueste lo que cueste, hay bondinho para rato