Hasta el 25 de abril se presenta "Rocuant, Visitar el Silencio", muestra fotográfica de Fernando y Pablo Maldonado, padre e hijo respectivamente. Son más de cuarenta imágenes que se exhiben en el Centro Cultural Las Condes, las que con gran sensibilidad artística retratan la belleza del deterioro en que estaba la casa-taller Rocuant antes de su demolición.   

Fuente: Revista Vivienda y Decoración - El Mercurio Texto, Andrea Zúñiga S. Retrato, Carla Pinilla G.

Fue en abril de 2010 cuando el fotógrafo Fernando Maldonado conoció la antigua casa de calle Carmen 329 donde funcionaba el taller Rocuant. Fundado en 1905 por Heriberto Rocuant, allí se hacían, se pintaban y restauraban figuras de yeso: imágenes religiosas, bustos de hombres ilustres y piezas de carácter decorativo. Lo heredó su hijo René, quien lo mantuvo vigente hasta 2008, dos años antes de morir.

El taller de imaginería religiosa era el último de los muchos que hubo en calle Carmen, pero la casa -una antigua y muy dañada construcción de tres patios- se había vendido y estaba a punto de ser demolida.

Fernando supo de ella a través de Varinia Varela, arqueóloga que junto a un grupo de artistas de la Escuela de Artes Aplicadas había iniciado el rescate de las piezas de yeso que había en el interior, con el propósito de conservarlas como una colección, y evitar que todo se convirtiera en escombros.

-Al traspasar la desvencijada puerta de tablas de la casa, entré a otro mundo, a otro tiempo. Ya no se escuchaba el ruido de buses y autos tan propio de ese sector. Había una temperatura más baja, distinta a la de la calle, cierta humedad, penumbra y un olor particular. Era un espectáculo. Estaba todo disperso: alas rotas, vírgenes sin manos, tiestos, duendes coloreados, plásticos... Me atrajo el mugrerío, como tantas otras veces, por sus colores, texturas y formas -recuerda Fernando.

Alcanzó a ir tres veces a la casa antes de su demolición; las últimas dos en compañía de su hijo Pablo, también fotógrafo.

-Daba la impresión de que allí el tiempo se había detenido. Me llamó la atención no ver nada actual, todo era antiguo. Había diarios que anunciaban el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, ejemplares de la revista Sucesos de 1931, de Ecran, Eva... Era un basural, pero había atractivo en ese desorden. Cada rincón era una escena. Algunas tomas dan la impresión de haber sido producidas, pero no intervinimos el espacio, fue el azar y el tiempo quienes se encargaron de eso. Fue lo que encontramos, lo que vimos. Las fotos las tomamos con la luz que había, incluso sin trípode, a pulso -señala Pablo.

-Hicimos planos generales y también microescenas, aprovechando la gran expresividad de las figuras de yeso. Algunas parecen hablar, piden, más bien suplican que las saquen de este basural. Es como una ópera en silencio, con personajes que sin decir nada, dicen mucho -agrega Fernando.

Él es arquitecto de profesión, pero de manera semi autodidacta se involucró con la fotografía y a eso se ha dedicado con pasión por más de 45 años. Pablo es diseñador gráfico y se acercó a esta disciplina de a poco, pero reconoce que gracias a su padre tuvo, desde niño, "un aprendizaje silencioso" en esta materia. Desde hace ocho años trabajan juntos fotografiando obras de arte y gestionando diversos proyectos artísticos y editoriales, publicaciones que por acogerse a la Ley de Donaciones Culturales no pueden comercializarse, como el libro conmemorativo de los 150 años del Teatro Municipal y "Opera, Crónica Visual", un ejemplar que recopila imágenes de diez óperas que se presentaron entre 2007 y 2012. Además, han hecho monografías y catálogos de reconocidos artistas nacionales, como Benjamín Lira, Benito Rojo, Gonzalo Cienfuegos, Francisca Sutil y Mario Irarrázabal, entre otros.

Nunca habían expuesto sus fotografías, pero quienes vieron el resultado de lo que habían hecho en el taller Rocuant, los impulsaron a hacerlo, entre ellos el escultor Mario Irarrázabal, quien en una carta de apoyo al proyecto escribió : "(...) Estas fotos captan atmósferas extrañas, acentúan colores difícilmente perceptibles. Ellos (Fernando y Pablo) no emiten juicios de valor sobre lo que fotografían ni es su intención documentar con fidelidad. Lo que sí logran es evocar la poesía de contextos que existieron y tuvieron validez para nuestros antepasados, mundos que van desapareciendo. Y lo hacen con cariño, delicadeza y mucho arte: crean belleza de la mugre y el olvido. Esta obra de los Maldonado nos enseña a mirar con detención, a escarbar con respeto restos de memoria".

Tomaron gran cantidad de fotografías. Con dificultad, "porque había muchas muy buenas", seleccionaron sesenta y se exhiben alrededor de 40 "que son las más representativas", en el Centro Cultural Las Condes. Posteriormente, la muestra se presentará en algunas universidades de Santiago y luego itinerará por distintas ciudades.

"La fotografía es capaz de despojar estas escenas de sus olores, de la humedad y de cuanto microorganismo habitaba adherido a los yesos".

fue la transformación que el tiempo provocó en ellas lo que dio valor a estas piezas, originalmente hechas en moldes.